Del silencio a la nada

   Desde el domingo por la noche, cuando se le vio salir de Ferraz en un coche con los cristales tintados, Zapatero no había comparecido ante los ciudadanos para analizar el resultado de las elecciones europeas.

   Ayer no es que diera una rueda de prensa pero, por lo menos, se sentó con sus europarlamentarios y permitió que las cámaras grabaran su intervención. Como había malestar en su partido por el abandono en el que dejó a López Aguilar y a la ahora denostada Leire Pajín, que comparecieron en la sede socialista con una sonrisa congelada y quitando hierro a la significativa perdida de votos, el presidente del Gobierno se justificó ante los suyos alegando que su valoración era algo más reflexiva que las de otros, en alusión al PP. Mal comienzo.

   A partir de ahí, ni una autocrítica, ni un análisis de su aportación a una campaña calificada de pésima, incluso por destacados militantes de su propio partido. Parecía que estaba valorando los resultados de Francia. Era una mirada desde fuera, ajena, sin implicarse, ni una mención a la significativa abstención que ha castigado principalmente a sus siglas. Ni un propósito de enmienda.

   Eso sí, calificó de "muy digno" el resultado y recordó a los populares que "para llegar a la Moncloa hay que ganar en la Carrera de San Jerónimo. Cada elección tiene su finalidad". Es decir, como en campaña, se sigue mirando al adversario político en lugar de contemplar la casa propia.

   Es verdad que Leire Pajín ha sido la responsable de una campaña que, lejos de atraer a los ciudadanos a las urnas y a Europa, los ha espantado. Y que ha dicho sublimes tonterías con el tono de seguridad que caracteriza sus comparecencias. Pero, en el puesto en que está y que de momento le viene demasiado grande, la colocó Zapatero. La vieja guardia, los mayores de cincuenta años, son para la actual dirección del PSOE poco más que deshechos de tienta, militantes a los que jubilar; por eso se ha mandado a Jáuregui a Bruselas.

   Tantos días esperando unas palabras y al final nada. Una vez más aquí no ha perdido nadie, ni ha pasado nada. Nadie es responsable de que el 54 por ciento de los españoles se quedara en sus casas.