No sé qué afectará más a la carrera de
Berlusconi, si sus orgías o el coste de las mismas.
Y es que lo que nos molesta son los dispendios en tiempos de crisis. Por uno de ellos, por regalar flores a su amante con la VISA oficial, ha tenido que dimitir la mano derecha del alcalde londinense,
Boris Johnson. Claro que, para flores, lo gastado por el príncipe
Azim, de Brunei, para celebrar su 26 cumpleaños rodeado de bellezas: 70.000 libras.
También con una modelo —
Kate Moss, más conocida por su afición a la cocaína que por su trabajo—, es con quien ha festejado el magnate
Richard Branson otro aniversario: el de su compañía aérea Virgin.
Por gastar, pues, que no quede. En España, el caché de un famoso por acudir a una fiesta —
Isabel Preysler es de las figuras más cotizadas en esa actividad— oscila entre 3.000 y 180.000 euros. Total, nada.
El dinero de los contribuyentes se dilapida, sin embargo, de un modo más sutil: en la creación de cargos de una enjundia aparente. Así, casi sin darnos cuenta, en la Unión Europea hay ya 34.000 funcionarios, 15.000 lobbies y 268 oficinas regionales: las de nuestras comunidades autónomas, con medio millar de empleados.
O sea, que mientras los Gobiernos presumen de suprimir cargos, por la puerta de atrás recolocan a los políticos cesados haciéndolos asesores, embajadores especiales y demás. Decidan qué es peor: si la ostentación de los horteras ricos o la hipocresía de los políticos derrochones.