Sin margen para negar la realidad

No hace falta ser experto en finanzas internacionales para saber que el papel moneda que imprimen los gobiernos, salvo el de los Estados Unidos, solo sirve para uso domestico y que los actores económicos externos sólo aceptan divisas que, en el caso de nuestro país, la Casa de la Moneda no esta en condiciones de proveer a voluntad de los gobiernos.

    Podemos parangonar esta situación a la actual realidad política del gobierno: emite señales para ganar tiempo tras su dura derrota electoral llamando a una versión libre del diálogo político, que sólo sirven para el “uso doméstico”, mientras que los países serios del mundo captan el verdadero estado de debilidad de la Argentina, alejándola cada vez más de las oportunidades de la mundialización.

    Hace pocos meses, desde esta  columna alenté la concreción de las promesas pre electorales de la presidente Cristina Fernández de Kirchner: búsqueda de consensos, mejora de la calidad institucional y reposicionamiento de nuestro país en el concierto de las naciones. Eso fue cuando, luego de la estrepitosa derrota legislativa y en las plazas, en oportunidad del llamado “conflicto agropecuario”,  parecía que se abría una luz de esperanza. Pero no fue así.

    Hoy un revés más profundo como el sufrido hace casi un mes, debería habilitar la esperanza de un cambio de rumbo, sin estrépitos, ni estridencias, ni clamores populares por recambios inminentes.

    La realidad pone frente a este gobierno obstáculos tan grandes como sus oportunidades. Entre los primeros se encuentra una situación fiscal delicada que se agravará por efecto de los problemas que arrastra, lo que con mal uso de licencias poéticas algunos llaman “el modelo” –inflación acompañada de caída en el nivel de actividad,  pobreza creciente y desocupación en alza- y el solapamiento con la crisis económica mundial.

En este contexto, la debilidad política del Gobierno peronista hará muy costosos los reclamos de los gobernadores e imposible el sostenimiento del esquema de subsidios mantenido hasta aquí. Derivado de este último, resulta inquietante la pregunta por cómo el justicialismo definirá su relación con un gobierno de su signo “cuesta abajo” y, adicionalmente, como procesará la dinámica política de la sucesión de cara a la próxima elección donde, esta vez sí, estarán en juego todos los cargos ejecutivos en el orden nacional, provincial y municipal.

    Esta relación del peronismo con el matrimonio Kirchner parece tener un escollo determinante si el propósito es “la profundización del modelo”. No habiendo tal modelo y habiéndose plebiscitado la gestión actual con un 70% de rechazo, no pareciera haber margen para seguir negando la realidad, ni poder para crear una nueva, a gusto de Néstor Kirchner.

    Sin embargo, la evidencia acumulada hasta aquí indica que el mecanismo de negación sigue intacto. Si fuera así, es razonable suponer que lo que se propicia con desganados llamados al dialogo es ganar tiempo para insistir en un estilo cerrado, tozudo, desconfiado y unilateral de entender la política. ¿Podrá este gobierno continuar con esta receta para reconstruir un poder que se escurre entre sus dedos y que sólo es compartido por un cada vez más reducido grupo de incondicionales?

    Ante esta recurrente visión oficialista que confía en la “cronoterapia”, o el poder curativo del paso del tiempo, para solucionar los problemas que se le han presentado, la sociedad tiene una gran oportunidad en el nuevo Congreso. Este ámbito político, nutrido de legisladores dispuestos a abandonar el papel de “escribanía” al que ha sido relegado en los últimos años, conforma el espacio y el tiempo pertinente para afrontar con seriedad los desafíos y retos que la realidad nos impone. Para ello el Congreso debe ser no solo la caja de resonancia, sino también la de herramientas para dar cuenta de los problemas que afectan a diario a nuestros ciudadanos y hallar prontas y razonables soluciones.