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los poetas odian y aman a la luna

los poetas odian y aman a la luna

lunes 20 de julio de 2009, 17:28h

El poeta francés Stéphane Mallarmé (1842-1898) era considerado “extraño” por sus colegas: a diferencia de muchísimos de ellos, él se declaró enemigo de la Luna.

Esto sucedió hace casi 116 años, en el siglo XIX. A Mallarmé la sola evocación de la Luna lo irritaba, lo cansaba, lo obsesionaba. Le parecía insoportable “su rostro lloroso, su aspecto de viuda inconsolable, su triste faz anémica y su monótona luz amarilla”.

Se comprende ese odio –dice una crónica publicada en 1884 en la revista literaria francesa Le Gaulois- porque en esa época –y, quizás, hasta ahora- “todos los años hay una lluvia de estrofas, cantinelas, poemillas, estribillos pretenciosos y vacíos donde las mismas palabras quieren explicarnos, de manera cursi, lo que cada uno de nosotros puede ver en la noche desde su ventana sin necesidad de romperse la cabeza ni pasar frío”.

La visión pesimista y desmitificadora de Mallarmé viene a la memoria ahora que el mundo recuerda los 40 años de la llegada de una nave norteamericana a la superficie lunar, un hito en la llamada “conquista del espacio” que fue parte esencial de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética.

Lejos de la actitud contestaria del poeta francés, son muchísimos (quizás todos) los grandes escritores que han cantado a la Luna. Desde Apuleyo hasta Víctor Hugo, desde Víctor Hugo hasta Federico García Lorca, desde Federico García Lorca hasta Pablo Neruda, César Vallejo, y nuestros Medardo Ángel Silva, Jorge Carrera Andrade, Arturo Borja…

Víctor Hugo, el de “Los miserables”, lo dijo así: “El amante se va a la sombra con la amante/ y turbados como uno está en sueños, vagamente/ sienten mezclarse en sus discursos secretos (…)/ el claro de luna azul que baña el horizonte”.

García Lorca (1898-1936), el poeta español asesinado por los fascistas, no pudo decirlo de manera más bella: “En el aire conmovido/mueve la luna sus brazos/y enseña, lúbrica y pura,/sus senos de duro estaño./Huye luna, luna, luna./Si vinieran los gitanos,/harían con tu corazón/ collares y anillos blancos (…)/. Huye luna, luna, luna,/ que ya siento sus caballos”.

Arturo Borja (1892-1912), poeta quiteño, alcanza niveles estremecedores en su conocida “Primavera mística y lunar”: “(…) La luna/es una/llaga blanca y divina/en el corazón hondo de la noche./ ¡Oh luna diamantina,/cúbreme! ¡Haz un derroche/ de lívida blancura/en mi doliente noche!/ ¡Llégate hasta mi cruz, pon un poco de albura/en mi corazón, llaga divina de locura!

Pero si hablamos de la Luna y la literatura es imposible olvidar a Leonel Rugama (1949-1970), poeta y guerrillero nicaraguense asesinado por la dictadura somocista.

Desde su irreverencia y su militancia, Rugama escribió ‘ La Tierra es un satélite de la Luna ’, un poema que se volvió referente de su generación: “(…) El Apolo IX costó un montón/pero no se sintió/ porque los astronautas eran protestantes/y desde la Luna leyeron la Biblia,/ maravillando y alegrando a todos los cristianos/y a la venida el Papa Paulo VI les dio la bendición./ (…) Los hijos de la gente de Acahualinca/ no nacen por hambre/ y tienen hambre de nacer para morirse de hambre./ Bienaventurados los pobres/porque de ellos será la Luna”.

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