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Muere Mary Carrillo, grande, grande, grande

sábado 01 de agosto de 2009, 11:35h
Entrevisté por primera vez a Mary Carrillo el año 1971 cuando hacia gira con “La mamma”. Yo la había visto poco antes en televisión interpretando el impresionante monólogo “Muerte da un paso atrás”. Desde aquel momento la consideré como la mejor actriz de España. Los trabajos que le fui viendo más tarde sólo reforzaron aquella opinión.
¡Qué trágico verano para la escena española! Han desaparecido Catena, Delgado, Collado, Travesi y, ahora, Mary Carrillo. Llevaba ya mucho tiempo retirada de la vida pública. Su cabeza vagaba por otros mundos y sus hijas velaron por ella y por su padre, Diego Hurtado, que moría a final de septiembre del año pasado. Mary había nacido en Toledo el14 de octubre de 1919.

Es muy difícil glosar la vida y obra de Mary. Debutó con sólo doce años en Barcelona, haciendo de Celipín en la obra “Marianela” de Pérez Galdós. Más tarde ese argumento le daría su primer triunfo en la gran pantalla con la versión cinematográfica de 1941. Tras varios estrenos en el teatro de La Comedia pasó a la compañía titular del teatro Lara, en la temporada 1946-1947. En ella permaneció tres años, junto a Concha Catalá y Mariano Asquerino. La abandonó en 1950 cuando fue reclamada por José Tamayo. A partir de ese momento su prestigio fue creciendo sobre la escena y en el cine.

Por su matrimonio con Hurtado, el año 1937, vivió los últimos años de la vida de Benavente, que apadrinó a sus hijas. Poco antes de morir pude hablar con Diego Hurtado, quien afirmó que Mary fue bien recibida por don Jacinto, bastante reacio a las relaciones personales.

Estrenó obras de algunos de los grandes dramaturgos del siglo XX. El último que escribió personajes a su medida fue Antonio Gala. Con él triunfó en “Los buenos días perdidos”, “¿Por qué corres, Ulises?” y, sobre todo, “La vieja señorita del paraíso”. En esta última comedia suspendía el tiempo cuando susurraba el “bel di vedremo”, de Butterfly. Tras las representaciones de “Hora de visita”, que le escribió Alonso de Santos en 1995, se despidió del teatro. Luego hizo alguna pequeña colaboración en cine o televisión. Después desapareció en silencio.

Era igual de genial en la comedia y en el drama. Una vez le pregunté cómo preparaba los personajes. Sorprendida, me respondió: no hago nada, me aprendo el texto y hago lo que dice. Su genialidad se acentuaba entre cajas, fuera del público. En los últimos años de su carrera fue una auténtica diva del teatro.

Por mi admiración hacia ella vi muchas de sus representaciones y comprobé su capacidad para la “morcilla”, para clavar frases ajenas al texto con demoledor resultado. Citaré un par de ellas.

“La mamma”, que he mencionado, se representaba en el teatro Gaztambide de Tudela. Por detrás de la caja escénica estaban las vías del tren. Entonces eran auténticamente ruidosos y cada vez que circulaba uno, temblaba el teatro. “La mamma” transcurre en Italia. En un momento de la acción Mary hablaba por teléfono con su hijo. Pasó un tren y el decorado tembló de arriba abajo. La actriz, lejos de inmutarse, improvisó: ¡Hijo, espera que ha entrado el Etna en erupción! La ovación fue estruendosa. Pero es que, cuando pasó el tren y todo se calmó, volvió a la carga: ¡Falsa alarma! Sólo eran bombas de la Mafia. El teatro se vino abajo.

Otra vez se representaba en el madrileño Teatro Alfil la comedia de Roberto Romero “Coqueluche”, protagonizada por Mary Carrillo y su hija Teresa Hurtado. A la función que asistí acudió una docena de espectadores. El aspecto del patio de butacas era desolador. Sobre la escena, la gran Mary interpretaba a una actriz de éxito, que la obligaba a una intensa vida social. Ante los reproches de que siempre estaba ausente, hechos por su invitada, el personaje replicaba: “Tengo que corresponder a las numerosas invitaciones. Me debo a mi público. ¡No voy a invitarlos a todos aquí, a mi casa¡ “. En ese punto, Mary, genial siempre en las “morcillas”, se fijó en el vació patio de butacas, y apostilló: “Aunque esta, noche, cabrían todos sin problemas en el salón.” Eramos pocos, pero la ovación y las carcajadas fueron estruendosas.

La muere de Mary me llena de tristeza. Sus hijas Paloma, Teresa y Fernando son buenas amigas y me cedieron documentos de su archivo para mi libro sobre “Los intereses creados”. Me uno a su dolor y, estoy seguro, el sentimiento es compartido por miles de amantes del teatro que siempre hemos considerado a Mary Carrillo, grande, grande, grande...
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