Un extraordinario proyecto político se transforma en pesadilla. Al inicio se habló de la majestad del poder y de pronto se transformó en autocracia que exigía veneración de sus súbditos.
Una modesta prefecta por Dayuma fue encarcelada, vejada, tratada como delincuente y declarada presa de conciencia. Sus juzgadores fueron raptados, pero todo era en una provincia lejana. Ciudadanos fueron detenidos y secuestrados por supuestas ofensas. A pretexto de libertad de agremiación se desarmaron los colegios profesionales, las cámaras de agricultura, minería, comercio.
A sindicalistas y funcionarios públicos se les violaron sus derechos y destruyeron sus organizaciones. Empresarios cobardemente se autoexiliaron. El Congreso fue remplazado por manteles y turbas sacaron a jueces, magistrados y se tomaron el TSE y el Tribunal de Garantías. No éramos nosotros.
A las radiodifusoras se las invitó a participar en los albañales sabatinos, luego se les conminó y extorsionó con la publicidad oficial, terminando con cuestionamientos de una mediocre comisión constitucional cuyo reproceso jamás concluyó.
La creación del Ministerio de Comunicación era la estocada final, pero no era con nosotros.
Hoy, sin impudicia, un Presidente fuera de sus cabales, en acto paranoico, sentenció la clausura de Teleamazonas e igual asumió el carácter de censor de contenidos.
Todo esto hemos tolerado; ya no quedan espacios por lo que todos somos culpables de permitir esto. El pueblo ecuatoriano no tiene propietario, tiene ya amo y señor de todas las cosas.
Si (
No(
