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Anestesia

Anestesia

lunes 07 de septiembre de 2009, 18:09h

El Tribunal Constitucional ha sometido a la Constitución a una larga anestesia de más de tres años Mientras tanto, el Estatuto de Cataluña, elaborado al amparo pero sin respeto del sistema constitucional, ha ramificado sin control y algunos políticos catalanes se han permitido amenazar a las instituciones del Estado si se despiertan a disgusto de algunos constituidos a su sombra. Esto no hubiese sido imaginable si el Tribunal hubiese despachado con diligencia y sin perder más tiempo que el necesario para la lectura y sentencia sobre un texto tan explícito.

Es inescrutable conocer la clave de esta pasividad tribunicia. Si se ha actuado por cobardía o por presiones ajenas a propio Tribunal. Si se han querido aplazar problemas al gobierno que impulsó un proyecto sin límites para facilitarle la estabilidad de su precaria mayoría.

Que una Ley orgánica que forma parte del llamado bloque constitucional pueda ser recurrida y admitidos a trámite los recursos y no se haya emitido oportunamente una sentencia clara y mantenido el silencio de los corderos durante más de tres años, es un hecho escandaloso, se mire por donde se mire, inclusive desde el punto de vista de los promotores de dicho Estatuto.

 En el “interin”, por si fuera poco, el ministro de Justicia ha manifestado de forma impropia para su cargo y hasta para su simple condición de jurista que “una Ley aprobada por los representantes legítimos de los ciudadanos de España, debe entenderse como constitucional”. Este disparate parece desconocer que existe la objetividad jurídica en la necesaria concordancia entre un texto superior y otro subordinado. En purismo democrático es cierto que los representantes del pueblo lo pueden todo. Pero pueden reformar la Constitución por las vías establecidas mas no aprobar nada contrario a la misma si esta está vigente y no ha sido previamente reformada por los cauces previstos y sometido a las mismas sanciones parlamentarias y referendo popular.

El sopor del Tribunal ha permitido estas lucubraciones y ha puesto en entredicho no solo su competencia sino el sistema de selección parlamentaria de sus componentes que se han demostrado poco aptos para la custodia de la integridad del Estado, suponiendo que este concepto sobreviva sobre la vulgaridad del oportunismo partidista y se admita pasivamente que la norma suprema pueda ser anestesiada y se experimente y amenace sobre su cuerpo sometido a narcolepsia.

    Un Tribunal que solo debe depender de un histórico poder constituyente refrendado por el pueblo no puede actuar como el médico de Michael Jackson, ayudando a dormir al paciente con somníferos peligrosos. Suministrar Propofol a una Constitución democrática puede que no sea materia de Derecho Penal, pero, sin duda, es una conducta políticamente condenable.


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