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Afganistán y la seguridad global

Afganistán y la seguridad global

miércoles 23 de septiembre de 2009, 08:44h
    Casi todos los observadores coinciden en que la situación política y militar en Afganistán se complica sin que aparezcan datos nuevos que nos permitan abrigar muchas esperanzas y que nos expliquen hacia donde caminamos y que futuro tenemos ante nosotros a medio plazo. Las elecciones han supuesto un fraude evidente y el presidente Hamid Karzai ha dejado hace mucho tiempo de ser una persona de confianza política de Washington y de las cancillerías de la Unión Europea. Rodeado de una amplia red de corrupción, esa misma corrupción se ha convertido en un problema tan, o mas importante que la propia ofensiva talibán.

    Para complicar las cosas, hemos tenido en muy pocos días varios incidentes o fracasos militares que van en la dirección contraria de la que se deseaba oficialmente: evitar  a toda costa víctimas civiles. Como se sabe, a primeros de septiembre, el general Klein, al mando del contingente alemán, ordenó que dos cazabombarderos norteamericanos destruyeran dos camiones cisterna que los talibanes habían robado a las tropas alemanas. El desastre no pudo ser mayor. De los 125 muertos, según la OTAN,  no menos de 24 eran civiles y, de entre ellos, muchos, eran niños pequeños. El debate en Alemania estalló como un latigazo en plena campaña electoral y en estos momentos el 61 % de los alemanes está en contra de la participación  en esa guerra.

    En Italia han enterrado recientemente a seis paracaidistas víctimas de un atentado con coche bomba de Kabul y la opinión pública se ha visto sacudida por movimiento similar al de Alemania. Es inevitable. Berlusconi ha pedido un plazo límite para la presencia de Italia en Afganistán aunque negó cualquier tentación de una retirada unilateral de su país. Gran Bretaña también ha perdido un buen número de soldados y su opinión pública está constatando una evolución similar a la alemana. Simultáneamente, el general Stanley McChrystal, comandante en jefe de las fuerzas de aliadas en Afganistán, ha elevado un memorándum al presidente Obama reclamando el despliegue de más tropas americanas si se quieren garantizar los objetivos de pacificación. Al parecer, Obama, no quiere comprometer el despliegue de más tropas hasta saber que estrategia de salida puede contemplar. Lo ideal sería llegar a un cierto acuerdo con Irán, si Rusia le ayuda, (no olvidemos que Irán tiene frontera con Afganistán) para cubrirse las espaldas y no meterse en la cueva del lobo sin disponer de una solución razonable y clara. Lo  contrario le puede costar muy caro y el recuerdo de Irak es constante. Todo ello puede explicar el desmantelamiento del escudo antimisiles en Chequia y Polonia para ganarse el apoyo de Moscú.

    Pero las cosas no resultan tan sencillas. En primer lugar, ¿Qué está en juego en Afganistán? El error consiste en pensar que en conflicto de Afganistán es un conflicto local. En realidad, frente a los dislates que patrocinó la diplomacia de Bush, basta con abrir el mapa para comprender que del apaciguamiento de Afganistán depende todo un complejo equilibrio de la seguridad global en la que todos estamos interesados, especialmente Pakistán e India, y desdel uego los EEUU, Europa, Rusia, Irak, Turquía, y, si fuéramos capaces, un  Irán democrático y con buenas relaciones con sus vecinos.  Y tengamos muy presente que el nudo de la cuestión es la inaceptable situación de Palestina y la agresiva política de Israel desde 1948.

    No olvidemos que en la batalla de Afganistán se está librando otra guerra estratégica determinante: la guerra de Pakistán. Un Estado con el arma nuclear y con un régimen militar que hasta hace dos años, sus servicios de información militar (ISI), apoyaban sin reservas a Osama Bin Laden en la frontera del norte entre ambos países. Los atentados terroristas de los talibanes son constantes y ya no se limitan a la frontera con Afganistán, sino que se orientan al centro del país. Baste recordar el atentado contra el Hotel Marriott en septiembre de 2008. Es preciso tener en cuenta que a partir de la invasión soviética de Afganistán, en 1979, millones de refugiados afganos se instalaron en Pakistán que se convirtió en una plataforma para el ataque, refugio y retaguardia de la cultura “yihadista” que, con el apoyo de los EEUU, combatían contra la presencia de los soviéticos en su tierra afgana. Aquellos lazos nunca se extinguieron y explican en gran medida la situación actual.
El cambio democrático en Pakistán ha sido muy importante pero debemos mantener el esfuerzo, de lo contrario nada de lo conseguido hasta aquí habrá servido de mucho. De tal manera que es preciso que cambiemos nuestra mentalidad sobre los problemas de la seguridad para buscar las soluciones y encontrar las vías de negociación o defensa en su caso. En el curso de cien años, hemos pasado de los conflictos locales a los nacionales y de estos a los regionales. Hoy nos encontramos con los conflictos globales. La seguridad es una cuestión global y lo mas grave es que carecemos de instituciones adecuadas al mundo de hoy preparadas y suficientemente legitimadas para acometer una tarea tan delicada. Afganistán tiene solución si lo abordamos desde una perspectiva regional y global. Resolver la crisis afgana implica avanzar en la cuestión palestina, en la situación iraní buscando el diálogo y en el fortalecimiento del nuevo gobierno pakistaní sólido y democrático, además de combatir a los talibanes.

    Naciones Unidas fracasó cuando Bush impuso sus soluciones brutales en Irak. Su estructura, heredada de la Segunda Guerra Mundial, ha quedado completamente obsoleta en el mundo de hoy. Aparecen nuevas demandas de seguridad colectiva que hace pocos años nadie podía imaginar y ningún Estado parece estar preparado para atender. ¿Qué hacemos con la aparición del fenómeno de la piratería en amplias zonas de la costa de Somalia que atacan a barcos pesqueros o a cargueros o cualquier otro tipo de buque poniendo en grave peligro vidas y trabajos? ¿es suficiente el concepto de seguridad elaborado hasta ahora o debemos prepararnos para situaciones más complejas como las que avecinan? ¿la Unión Europea está en condiciones de responder a estas exigencias?

    Lo cierto es que el mundo está cambiando a gran velocidad y temo que marchemos por detrás de los acontecimientos. No nos podemos ir de Afganistán, pero tampoco nos podemos quedar mucho tiempo. Tenemos problemas de seguridad global que se proyecta en la seguridad concreta, pero no tenemos donde discutirlos. En definitiva, hemos entrado en el siglo XXI sin las instituciones necesarias pero con los problemas encima de la mesa.
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*Enrique Curiel es profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid.
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