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Temas de la crisis económica

Temas de la crisis económica

miércoles 30 de septiembre de 2009, 00:08h

Estas reflexiones se inscriben dentro del debate sobre si el Estado debe intervenir o no, o si debe hacerlo poco o mucho, y en qué forma, al afrontar una crisis severa.

Naturalmente, las respuestas - salvo las de los dogmáticos en ambos extremos

¡Y los hay! - dependen crucialmente de la intensidad de la crisis.

Pero acá se plantean dos cuestiones:
Por un lado, se requieren pronósticos de dicha intensidad, so pena de correr detrás de los acontecimientos;
Por otro lado, la intensidad de la crisis depende de las medidas que se vayan tomando durante su desarrollo.
O sea que tanto los pronósticos como la realidad de la crisis se realimentan
continuamente.

Aclarado esto, parecería que el punto de vista dominante para ilustrar los manejos de las crisis es el de sus secuencias.

¿Cuál es el costo de una crisis? El costo de la crisis no es la pérdida del valor de los activos, que ocurre entre el pico del auge anterior y el valle de la recesión consiguiente, aumentada por la ola pesimista. Buena parte de esa pérdida se recupera en la posterior prosperidad, también agrandada por la ola optimista.

Los costos de la crisis son las pérdidas irreversibles de consumo y de inversión - esto es, de producción – que generan, y éste es el tema en el cual hay que concentrarse.

Naturalmente, la caída de los precios de los activos afecta el nivel de actividad.

Así que se plantea la doble cuestión:

¿Cómo evitar la pérdida de valor de los activos?

¿Cómo evitar los efectos de dicha caída de precios sobre la producción?

Naturalmente, en la medida en que se logra lo segundo, se atenúa lo primero, ya que el valor de los activos depende de las expectativas sobre el nivel de actividad.

Aquí la balanza parece inclinarse hacia la segunda línea de acción, ya que una característica de las crisis es que son precedidas por una excesiva apreciación de los valores de los bienes, insostenible en el futuro.

Tema 1. El riesgo moral

Este primer asunto se refiere al argumento de que el salvataje estatal genera problemas de “riesgo moral” futuro, porque los bancos o empresas grandes, sabiendo que van a ser rescatadas en caso de crisis, toman riesgos excesivos.

En consecuencia, aumenta la probabilidad de crisis futuras y el costo de los consecuentes salvatajes, generándose un círculo vicioso.

En este punto debe señalarse que no es el mismo “riesgo moral” el generado por el salvataje de los bancos o empresas como unidades operativas, que el salvataje de los acreedores, o el de los accionistas, o el de los ejecutivos.

La experiencia es amplia en el sentido que el gobierno, puesto a decidir entre la caída inminente de bancos o empresas grandes cuyo costo se percibe como muy alto, y el contingente mayor riesgo, en el futuro, de crisis y salvatajes más caros, deja de lado el prurito del “riesgo moral”.

La conclusión es que el problema del “riesgo moral” hay que atenderlo por la vía de la prevención de las crisis y no en los momentos de su resolución.

La prevención implica una mayor regulación, en particular de los intermediarios financieros, que tiene los citados beneficios y también sus eventuales costos.

Entre éstos están ciertas limitaciones a la innovación, la posibilidad de elusión de las regulaciones - creando dos mercados segregados, uno totalmente libre - y la tentación de corrupción, al parecer irresistible para muchos, como se ha evidenciado en los últimos años.

La conclusión es que el asunto del “riesgo moral” confluye hacia el problema del diseño de los sistemas regulatorios, en particular de los intermediarios financieros.

Tema 2. El efecto dominó

La segunda cuestión se refiere a la oportunidad de la intervención del gobierno.

Acá se trata de sopesar los costos de los dos tipos de error en los cuales puede incurrir: o interviene demasiado temprano, y luego se percibe que fue innecesario, o interviene demasiado tarde, y luego se sienten las consecuencias.

La experiencia es mixta, porque han ocurrido y ocurren salvatajes en momentos no críticos, o en base a pronósticos exagerados. Pero es cierto que las demoras en actuar, cuando el problema es sistémico en un sector importante, provoca el “efecto dominó”, se proyecta a otros sectores, y el costo de resolución se
transforma en un múltiplo importante de lo que hubiera sido el de un apoyo inicial oportuno, por caro que pareciera en su momento.

Es más, la anticipación, por parte de los actores económicos, del “efecto dominó”, aumenta enormemente la incertidumbre, profundizando la crisis.

La conclusión es que, por el “efecto dominó”, el costo de las acciones tardías es mucho mayor que el de las acciones prematuras, aunque hay una tendencia - lobbies mediante - a excederse en éstas.

La consecuencia de la reiteración de salvatajes, algunos de los cuales hubieran sido innecesarios, introduce un sesgo expansivo en la política económica. De hecho, el terror a las crisis, resultantes de las penosas experiencias de la de los años 30, introdujo un sesgo inflacionario en la política económica mundial que se
extendió hasta fines de la década del 70.

Pero, de nuevo, la excesiva blandura en cuanto a salvatajes ante presuntas crisis severas no implica necesariamente un sesgo inflacionario en la política económica, porque puede ir acompañada de medidas moderadoras de la expansión durante los auges.

La conclusión es que la cuestión del “efecto dominó” confluye hacia el problema del manejo macroeconómico en la salida de las crisis y en los auges posteriores.

José María Dagnino Pastore
Decano, Profesor titular, Facultad de Ciencias Sociales y Económica , UCA

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