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Las "consecuencias" según Rubalcaba

viernes 24 de noviembre de 2006, 14:48h

   Alfredo Pérez Rubalcaba es el único superviviente político de la anterior época del socialismo español. Se desenvuelve como pez en el agua, desde su condición de viejo camaleón y camaján de la era de Felipe González, en este universo de alevines de la política en que está convertido el PSOE. Siempre le tocan misiones imposibles. Primero la gestión del Grupo Parlamentario para pergeñar las alianzas de Gobierno, luego el "cepillado" del Estatuto de Cataluña y ahora la negociación con ETA- porque le encanta alimentar la leyenda de que en ese universo de pipiolos él resuelve los líos que origina José Luís Rodríguez Zapatero.

   El presidente se fía de él porque está convencido de que le gusta más el mito de su eficacia que su propia ambición de poder. El ministro es una especie rara de político en el que la permanencia en el oficio es más importante que las metas. Ahora Alfredo Pérez Rubalcaba está sumergido en aguas turbulentas -el proceso de paz- y las profundidades en las que navega le dictan que tiene que tener prepara la cámara hiperbárica para cuando la presión sea insoportable.

   A Rubalcaba le pasa lo que a un viejo diplomático cubano, que establecía los parámetros imprescindibles de su oficio en la supervivencia digna en un viaje en ascensor hasta la última planta del edificio de la ONU, después de haber ventilado un alivio digestivo en el primer piso, sin que las consecuencias de su flatulencia le hicieran darse por afectado. El tipo salía de la cabina sin afectarse.  Sobre el robo de las pistolas y el anuncio que hizo el presidente de las consecuencias que tendría el acto cuando se confirmara la autoría, el ministro de Interior lo ha ventilado diciendo que este "no era el momento de hacerlas públicas".

   Alfredo Pérez Rubalcaba acumula dos fracasos recientes tal vez porque los encargos no solo eran imposible sino quiméricos. El primero fue el control de la gestión de las elecciones en Cataluña para evitar el "tripartito". La imposibilidad metafísica de intervenir la ambición de José Montilla hizo inviable la encomienda. En el tema vasco, Rubalcaba hereda parámetros envenenados en los que la incompetencia de quienes iniciaron este asunto, alimentando esperanzas en ETA que se escapaban de la viabilidad, ha devenido en una olla que no puede parar de hervir.

   Creo que será bueno que Rubalcaba sobreviva a esta situación porque es imprescindible alguien con sentido político en el solar  de Moncloa.

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