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Colón, el Ágora de Aménabar (*)

Colón, el Ágora de Aménabar (*)

martes 13 de octubre de 2009, 08:44h

“¡Déjelos nacer! ¡Cada vida importa!” Con este imperativo eslogan, medio centenar de organizaciones “pro-vida” (o sea, que dicen estar “a favor de la vida”), aglutinadas por el “Foro Español de la Familia” y la Confederación Católica de Padres (CONCAPA), han movilizado (homilías, pegatinas, folletos, trenes, autobuses, cuentas bancarias…) durante los últimos meses a católicos de toda España, para congregarlos el 17 de octubre, una vez más, en la Plaza de Colón de Madrid, que ya es como el “vaticano” de los católicos ultras españoles, y manifestarse en contra de la reforma de la Ley del Aborto, vigente en nuestro país desde 1983. Sobre esta reforma, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero presentó un anteproyecto, aprobado en mayo pasado, consistente en ampliar el sistema de plazos para que las mujeres, desde los 16 y 17 años, pudieran interrumpir su embarazo hasta las 12/14 semanas, y excepcionalmente hasta la 22 si se descubrieran graves anomalías en el feto, o grave riesgo para la salud física de la madre, previo dictamen de dos especialistas médicos, sin que sea necesaria la autorización paterna, siempre que, como mínimo tres días antes de la interrupción, hayan recibido información sobre sus derechos y sobre las ayudas de que puede disponer para la maternidad, si tal fuera su decisión.

En marzo pasado, una vez dada a conocer la propuesta de reforma por parte del Gobierno, ya se produjo la primera concentración en la plaza colombina contra Zapatero. La de ahora se prevé mayor. El cardenal-arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, ha “invitado” a los católicos españoles a ésta que llama una “movilización”, porque “persigue un buen fin”. Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular, ha “animado” a los suyos a “sumarse a la convocatoria”. Rouco ya ha dicho que él no va a ir. Rajoy tampoco. La primera pregunta que le viene a la mente al observador imparcial es: ¿Por qué a ésta no, si a otras de aparente menos calado moral (matrimonio homosexual, educación para la ciudadanía) sí fueron? Esta vez no quieren que aparezcan, éste, los líderes populares, y aquel los obispos más relevantes. Como si Rouco y Rajoy se hubieran puesto de acuerdo para arrojar la piedra….y esconder la mano que mece la cuna de los niños no nacidos, o de los nascituri.  (Rouco y su segundo, Martínez Camino, ya se han apresurado a decir que “no obstante no queremos romper el diálogo con el Gobierno”…. no sea que el año 2010 los Presupuestos del Estado no lleguen para las partidas destinadas a la Iglesia). La plaza de Colón, según se anuncia por numerosas esquinas del país, se va a llenar de “muñecos de fetos muertos” y retratos de linces vivos para hacer aún más surrealista la concentración.

Si los lectores se toman la molestia de entrar en una iglesia y leen los folletos, propagandas y llamadas que se están haciendo a esta protesta, convocatoria y manifestación, ahorrarán al que suscribe espacio y tiempo y podrán comprobar en qué términos están redactados. Por citar sólo algunas de las frases de los mismos, esta Ley “permitirá decretar la pena de muerte a un inocente” (¿), a una adolescente de 16 años “matar a su hijo sin el conocimiento de los padres” (¡¡¡), o que el Gobierno “obliga a matar, lava nuestro cerebro y manipula nuestras conciencias”! (!!!). La organización S.O.S Familia, por ejemplo, se atreve a afirmar que esta Ley “se establece sin base ni argumentación científica alguna”, ignorando (quizás a sabiendas, y sin pudor alguno) a un Comité de Bioética que ha avalado dicha reforma, por una parte, y a muchísimos científicos e incluso teólogos católicos que no sólo no se han rasgado las vestiduras por dicho Proyecto de Ley, sino que han puesto el acento en las “contradicciones de la Iglesia” a la hora de condenar unas conductas o decisiones de los Gobiernos, a la vez que miran para otro lado en otras.

El acreditado teólogo de Madrid Juan José Tamayo (director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid) apunta algunas de estas contradicciones de la jerarquía católica, como defender el matrimonio quienes no pueden casarse, o enarbolar su indisolubilidad cuando la Rota Romana lo disuelve cada dos por tres con sus tribunales…. previo pago. Otra de las contradicciones que señala Tamayo es la de que, mientras la Iglesia defiende la vida del no nacido y se opone al aborto, ha justificado al mismo tiempo la pena de muerte. O que, ignorando los escándalos de pederastia y homosexualidad clerical y episcopal que desde hace varias décadas asolan a numerosas diócesis europeas y norteamericanas, (y alguno de ellos protagonizado por quien fuera durante el Pontificado de Juan Pablo II su brazo derecho, Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo), ponen objeciones a la despenalización de la homosexualidad en no pocos países del mundo. Esto sin entrar en otros aspectos más rotundos: desde Aristóteles hasta 1917…. la Iglesia jamás ha considerado el aborto, en determinadas circunstancias – entre otras, el peligro de muerte de la madre- un delito. Y sin hablar de las tesis de algunos de los más conspicuos Santos Padres (que para la Iglesia son base de sus dogmas), tales como Tertuliano, san Agustín o santo Tomás, que distinguían las fases del feto, al que no consideraban “formado” hasta los 40 o los 80 días, según el sexo. Y durante siglos la Iglesia se ha inclinado por salvar la vida de la madre, antes que la del feto.

El cardenal Rouco Varela aseguró la semana pasada, en la Universidad Pontifica de Salamanca, no tener “ninguna esperanza, ni teologal, ni humana”, en que el actual Gobierno de España cambie este Proyecto de Ley sobre el Aborto (cuyo enunciado correcto es Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo), advirtiendo, a continuación, y en términos a todas luces amenazantes, que “la historia humana es larga y el futuro de un pueblo lo dominan los hombres…y lo que se legisla hoy, puede ser cambiado más tarde por un gobierno diferente”. Esta es la verdadera cara de la jerarquía episcopal española, y más en particular la de su jefe máximo, frente a un estado democrático y ya no confesional ni nacional-católico como el que existió entre 1939 y 1978. La Iglesia española sigue considerándose la dueña del rebaño y la emperatriz del Gobierno, como en los tiempos que tan magníficamente describe el cineasta Amenábar en su último filme “Agora”. El ágora de Madrid (la Plaza de Colón), llena de católicos airados, intentará arrasar el día 17 contra todo lo que no tenga las bendiciones del nuevo obispo de Alejandría, que no se llama Cirilo, sino Antonio María.

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(*) Con mi admiración y respeto por el buen amigo y gran teólogo Enrique Miret Magdalena, recién fallecido.
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