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Presupuestos contradictorios

Presupuestos contradictorios

miércoles 21 de octubre de 2009, 14:27h
La vicepresidenta Elena Salgado tenía ante sí con el encargo de defender los Presupuestos un desafío de los que quitan el sueño a los más templados. Rodríguez Zapatero, que viene soportando día a día los embates más diversos de la oposición de todo signo, había decidido acertadamente, por razones técnicas y políticas, que la presentación y defensa de la Ley de Presupuestos  debía correr a cargo de quien sucedió a Solbes y que, desde su nombramiento, había cambiado en algunos aspectos muy  sustanciales las bases para encauzar la crisis económica: dotaciones generosas para la política social, recorte en inversiones y transferencias, contención del gasto corriente, endeudamiento para atender el gasto y retoque al alza en algunos impuestos.

La fórmula adoptada no es muy distinta a la seguida en otros países de nuestro entorno, aunque las circunstancias no son iguales, porque aquí nos enfrentamos con una tasa de paro muy alta que afecta a sectores muy concretos: construcción y turismo, a diferencia de Francia o Alemania que por tener una estructura económica más diversificada y avanzada han podido corregir con más facilidad la recesión económica y propiciar la recuperación. Pero siendo cierto que las fórmula adoptada no difiere de las adoptadas en otros países, lo que sí resulta muy distinto es la plasmación de todas aquellas medidas en las cuentas del Estado para el año próximo.

En primer lugar y respecto de los ingresos, el aumento de impuestos sobre el consumo (I.V.A. e Impuestos Especiales) contradice la directriz social que se quiere imponer a estos Presupuestos, ya que van a afectar por igual a todos los consumidores y con la agravante de no alcanzar el aumento de la recaudación prevista, puesto que generarán una  mayor contracción del consumo. Atrás ha quedado la idea de aumentar la tributación de las rentas más altas o de reintroducir el Impuesto sobre el Patrimonio que, aunque tenía escasa trascendencia recaudatoria, era un instrumento de redistribución de riqueza y control de patrimonios. Mucho más eficaz hubiera sido aceptar las conclusiones de la Inspección de los Tributos en sus jornadas de Valladolid, perfeccionando los medios de inspección fiscal. Porque no nos engañemos: según las declaraciones tributarias que se dan a conocer, España es un país de pobres de solemnidad, las primeras y segundas viviendas deben ser auténticas chozas, según el Catastro, y las retribuciones que perciben algunos directivos de grandes empresas, salarios miserables que no alcanzan a cubrir el mínimo vital. Vistos los resultados de pasadas campañas selectivas de inspección tributaria, no puede entenderse que no se apreste este medio, tan justo, para incrementar los ingresos del Estado.

Se entiende por tanto que las primeras contradicciones se produzcan en el capítulo de Ingresos que, además, tendrá que afrontar las resultas del presente ejercicio afectado por la merma recaudatoria y el recurso a la deuda que, a beneficio de una buena calificación, encuentra una fácil colocación entre nuestras entidades financieras que invierten en ella, en lugar de emplear sus recursos en conceder créditos a las empresas o particulares.

Sin embargo lo más contradictorio se encuentra en el estado de Gastos, en lo que se refiere a las medidas para fomento del empleo y hacer posible un crecimiento sostenible y un cambio en el modelo económico. Basta como muestra el recorte de presupuesto en I+D+i  y la carencia de estímulos directos a la inversión empresarial, o la postergación de inversiones en obras públicas, priorizando las que tengan una mayor incidencia en la recuperación. En fin: como son muchos los análisis que se están haciendo estos días y con una profundidad que no se alcanzó en el debate del Congreso, dejamos la cosa aquí, solo para dejar constancia de las contradicciones del texto y del planteamiento, así como del acierto en reportarse los apoyos parlamentarios suficientes para conseguir el rechazo de las enmiendas de totalidad: como hacen todos los gobiernos sin mayoría parlamentaria y han hecho desde los primeros pasos de la actual etapa democrática.                                                                               
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