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Carlos Vera y la delgada línea roja

Carlos Vera y la delgada línea roja

lunes 26 de octubre de 2009, 15:05h

¿Carlos Vera es periodista o militante político?

¿Es lícito quedarse en la mitad de la delgada línea roja entre el periodismo y la política?

¿Es ético construir una imagen pública en el periodismo y luego armar un proyecto proselitista?

Son preguntas que se hacen muchos periodistas a propósito del reciente libro de Vera, ‘¡Nunca mordaza!’, un texto donde queda claro el riesgo de lo imperceptible: ¿hasta dónde se es periodista político y desde dónde opositor político?, ¿es pertinente la simultaneidad del ejercicio periodístico y la partidización del oficio? ç

Se trata de un debate mediático e ideológico trascendente para el Ecuador contemporáneo, en el cual -nos guste o no- vivimos un momento histórico decisivo.

El tema se relaciona con el deber de transparencia que tenemos los periodistas, no como ‘una concesión a la sociedad’ sino como una obligación moral ineludible frente a quienes creen y confían en nosotros.

El problema ético, me parece, es no entender los límites, riesgos y consecuencias de situarse en la mitad de la delgada línea roja.

Porque esta actitud rompe los puentes de verosimilitud entre la sociedad y los periodistas y es una peligrosa manera de hacer prensa porque deslegitima la fortaleza ética del trabajo de los muchos periodistas que solo queremos hacer periodismo.

Deslegitima, además, nuestra crítica a quienes ocupan posiciones en el poder político y que, con poca vergüenza en su cara, siguen detrás de un micrófono haciendo activismo y agitación a favor del régimen de turno.

Y, finalmente, entrega un arma a quien se considera nuestro enemigo y nos descalifica bajo el torcido argumento de que quienes fustigamos la falta de coherencia del Gobierno llenamos el espacio que dejó la partidocracia.

Pero la perversión de la estrategia oficial es eficaz porque es cierto que algunos medios han extraviado su rol: hacen antigobiernismo en lugar de periodismo, cuentan los hechos como quisieran que fuesen y no como son, cometen inequidades en la selección de las fuentes, no cumplen su deber de ser tolerantes y plurales, no abren espacios para la libre deliberación de los temas que más importan a los ciudadanos.

Sería ingenuo promover un ‘periodismo en estado puro’ y satanizar la opción política de los periodistas, pero es urgente evitar la confusión entre periodismo de servicio a la sociedad y proselitismo militante desde una página o desde un micrófono.

Si elegimos el periodismo como opción de vida nos toca hacer periodismo.

Nos toca ser radicalmente independientes, enfáticamente libres, poderosamente humildes, profundamente comprometidos con la calidad del oficio.

Pero si decidimos ser políticos dejemos de ser periodistas y situémonos, claramente, del otro lado de la delgada línea roja.

Carlos Vera la cruzó. Adiós.

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