Brasil es ya el buque insignia del subcontinente americano

Las Jornadas que la Fundación Botín titula “Brasil, gran potencia latina” cuentan con la presencia del presidente de uno de los más grandes conglomerados empresariales brasileños, Marcelo Odenbrech, el jefe de la Asesoría Especial del presidente Lula, Marco Aurélio Garcia y otros reputados analistas como Carlos Malamud, Peter Hakim, Boris Fausto, Lourdes Sola, Lawrence Whitehead, José Roberto Mendonça y José Juan.

Ya no puede haber dudas: el centro de gravedad geopolítico del subcontinente americano está en Brasil. El inmenso país del “orden e progresso”, como reza el lema de su bandera, ha desplazado definitivamente al tradicional polo de atracción que era México y se aleja por la senda del pragmatismo del llamado “eje bolivariano”.

Aún es larga la distancia con los centros del poder del planeta (EEUU, Europa y Japón) pero los países BRIC han tomado consciencia plena de su nuevo papel en el mundo y ponen encima del tapete su gran potencial: un cuarto del PIB mundial y casi la mitad de la población de la tierra; quieren una silla en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial y desean cambios en su favor en el Consejo de seguridad de la ONU. Cuando nos referimos a estos países, Rusia, China, India y, por supuesto, Brasil, conviene acostumbrarse a abandonar el término “países emergentes”. En el caso de Brasil, las cosas que suceden sin aparente relación con su imparable proceso de desarrollo, son en realidad los signos del éxito: tal vez la candidatura brasileña a los JJOO de 2016 no fuera la mejor, pero eso poco importa en términos de geopolítica.


Brasil ya ha salido de la recesión y sus previsiones de crecimiento para 2010 son del 5 por ciento. En algo más de cinco años ha reducido la pobreza extrema en más de 10 puntos porcentuales y del orden de 4 millones de brasileños mejoraron su posición social y económica abandonando la situación  de necesidad. Pero más allá de estas cifras incontestables, Brasil, con Fernando Enrique Cardoso primero y después con Lula, puede mostrar ya que existe una vía brasileña al desarrollo que se asienta en una política económica responsable que contiene elementos muy a tener en cuenta cuando se reflexiona sobre las causas de la crisis mundial y el modo de salir de ella.