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Rajoy ante la tropa

Rajoy ante la tropa

lunes 02 de noviembre de 2009, 11:46h
   Rajoy creía que tras ganar las gallegas y las europeas y conseguir ser decisivo para descabalgar a los nacionalistas del Gobierno del País Vasco sus deberes habían quedado resueltos con nota. Y así, en buena lógica, debería ser. Más aún cuando sus agazapados enemigos internos daban por hecho que perdería en Galicia al no lograrse la mayoría absoluta, se desplomaría en Euskadi con el abandono de María San Gil y se las vería muy justas en las europeas con la irrupción de Rosa Díez. No fue así. El PP salió muy airoso y en nada, con la economía desplomada y el paro desbocado, las encuestas comenzaron a cantar la evidencia. Que el PP se colocaba hasta cuatro puntos arriba en intención de voto.

   De nada sirvió. Al menos no le sirve a Rajoy. Lejos de avanzar en esa línea ponerse al acecho en las elecciones catalanas de 2010 y conseguir el vuelco quizás irreversible en las municipales del 2011 las ambiciones y las purulencias nunca desinfectadas en el interior de su partido han dinamitado ese sendero. Mariano Rajoy no ha tenido un solo día de tregua. Y no la ha tenido porque día si y otro también le han colocado un sapo encima de la mesa, le han creado un conflicto, le han quitado la iniciativa opositora con una portada de trifulca. Y todo ello aderezado mediáticamente por un coro que no se cansa de gritar "No vale, no vale" hasta cuando gana.

    Hoy, Rajoy, justa o injustamente, está donde no pensaba. No le ha servido hacer los deberes. Este martes es cuando, más que en Galicia, en Euskadi, en las europeas, se la juega. Se la juega con los suyos. Y ya no le valen ni paciencias ni intentos de apaciguamiento. Le han colocado donde no quería pero ya no le queda otro remedio que ir de una vez a por todas y dejar claras las cosas. Dejar incluso claro a ojos de su partido quienes son sus enemigos.

   Ha logrado, al menos, crear la expectativa de que algo importante va suceder. Y algo habrá de suceder y que sea contundente si quiere en verdad seguir siendo el líder de su partido. Ya no le vale ni la media tinta, ni la ironía, ni confiar en los demás. Él y nadie más que él tiene que aparecer zanjando el asunto de Caja Madrid, la jaula de grillos de Valencia y la olla podrida de Madrid. No le queda otro remedio que lograrlo y, aunque esto si que será casi una misión imposible, conseguir que el mensaje llegue claro a sus militantes y votantes. Pero eso sí que es para titanes, porque Rajoy si que no tiene quien le escriba. Nunca un dirigente de la derecha ha gozado de tal soledad e inquina entre los medios considerados afines. Quizás por ello y por la tropa que le acosa es por lo que algunos no podemos dejar de tener cierta simpatía por la persona y por el personaje.
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