Inadmisible: Rajoy dixit

Si alguien cuenta a la competencia lo que se cuece en los comités de la empresa que le paga el sueldo y le pillan, le sancionan o le despiden. Manuel Cobo ha hablado en público movido por su iniciativa personal o por una estrategia calculada (tanto da) y hoy le meterán un puro. Pero Cobo es un cargo electo y es miembro destacado de un partido político, no el dirigente de una empresa. Por lo demás, de lo que habló fue de asuntos de interés general, de cosas que interesan a la ciudadanía y no de asuntos internos como dice Rajoy.

Ni un comentario en público de personalidades destacadas del PP sobre esta sutil diferencia, como no las ha habido entre las filas del PSM a propósito de las actitudes sinuosas y exclusivamente centradas en la lucha por el poder en Caja Madrid del secretario general de los socialistas madrileños Tomás Gómez. Bueno sí: la salida del guión del presidente alicantino del PP, José Joaquín Ripoll –aunque parece que en este caso el asunto va más de testiculina que de firmes convicciones y tal y cual- que se resiste a aceptar una especie de ley del silencio que, en el caso valenciano, la ha expresado Camps sin los vericuetos verbales del gallego. A Camps la conocida frase de Voltaire (“No estoy de acuerdo con usted, pero defenderé con mi vida su derecho a expresarlo”) debe sonarle a chino o a lo que le suena todo: a manejo indecente de las adhesiones y lealtades. Que se lo pregunten a Ricardo Costa que igual se ha caído ya del guindo.

Un partido político como cualquier entidad ciudadana o del tipo que sea puede organizarse como le venga en gana. Faltaría más. Pero, como diría el propio Cobo, eso de que no se puede hablar en público es de vómito. El susodicho ha largado lo que le salía del alma o del alma de su mentor; se armó la zapatiesta y ha puesto sus cargos a disposición del partido. Y que se sepa, no ha pedido que nadie firme un manifiesto apoyándole. ¿Por qué le van a sancionar? ¿Por ejercer el derecho a la libertad de expresión?