Cuenteros

El sector oficial creó la figura de socializar las leyes para  aplacar las protestas ciudadanas. Algunos entendieron este proceso como intercambio enriquecedor de ideas y conceptos que llevarían a sanos y saludables consensos. Se comprobó que no fue más que un tonteo solemne. Con esta experiencia y ante las protestas variaron su estrategia e   incluyeron una serie de barbaridades en los proyectos, pero   sabían muy bien que eran hojarascas para disimular la imposición de claros conceptos estatistas, de control de pensamiento y en resumen la sagrada aspiración gubernamental de que exista un pensamiento único.

Este fue el camino de la ley de comunicación, utilizaron un labioso recadero que pretendió convencer que el proyecto era de su autoría. Conferencias, mesas redondas y conversatorios fueron simples juegos pirotécnicos que terminaron con el proyecto que sin pudor ni vergüenza la Presidenta de la Comisión lo presentó con desparpajo, para entre gallos y media noche cumplir el requisito formal del informe de la comisión.

Soñar es pensar que el pleno no seguirá el mismo camino. Lastimosamente fuimos claros en decir que las insolencias, insultos y barbaridades presidenciales en contra de los medios y periodistas libres estarían traducidos en un esperpento legal que se aplicará, como se acostumbra en este gobierno, en forma discrecional.

Afortunadamente las leyes no se avalan por la ceguera de alza manos sino en el crisol de la sociedad y este pueblo libérrimo y libre dará su respuesta. Hoy quienes nacimos libres hemos perdido una nueva pantalla y las calles son la alternativa.