Entre el Cuco y el 11-M

Rajoy, que en otra cuestiones demostró conocer hasta como se riega por goteo en una ignota localidad murciana, lo desconocía todo sobre el municipio cántabro.

Pero no fue la única laguna en el discurso del líder popular en el programa de preguntas ciudadanas. Por ejemplo, sí sabía, o se supone que sabe, cuánto gana, pero no quiso dar esa información a una pensionista que confesó recibir 300 euros al mes.

Tampoco sabía nada de las mentiras de Acebes, ni de las declaraciones de líderes de su partido poniendo en tela de juicio la autoría de los atentados del 11-M. El no estaba en el Gobierno y no sabe lo que pasó. Forzando por las repetidas preguntas finalmente aceptó que sean los jueces quienes dicten el veredicto final. Es un avance, aunque para que creamos en el cambio de aptitud debería hoy mismo ordenar a sus subordinados, tantos políticos como mediáticos, que dejen de manipular a la opinión publica con teorías conspiratorias sin base alguna.

Mediado el debate Rajoy se creyó en condiciones de afirmar que los ciudadanos con sus preguntas le daba la razón sobre la existencia de temas más importantes --citó la vivienda, el empleo, el desarrollo tecnológico, la seguridad, etcétera-- que las reformas de los Estatutos de Autonomía o el terrorismo. No podria estar más de acuerdo. Pero, entonces ¿por qué el 90% de las cuestiones plateadas en el Parlamento, el 100% de las manifestaciones a las que ha acudido y el 101% de sus declaraciones versan sobre terrorismo y la supuesta ruptura de la unidad de España con los nuevos estatutos?

Las contradicciones de Rajoy quedaron definitivamente en evidencia cuando al hilo de una pregunta sobre por qué había salido a manifestarse varias veces contra el terrorismo y nunca por la falta de viviendas sociales, el dirigente del PP, sacando a relucir su mejor discurso demagógico, se preguntó si a alguien que ha perdido a un ser querido en un atentado le puede importar la falta de vivienda. Es la evidente demostración de que Rajoy, por intereses electorales y partidistas, sólo se dirige a una parte de la sociedad española.

Y aunque situadocomo anoche en TVE frente a gente normal, que no se siente anormal por no secundar las manifestaciones del PP, Rajoy no se atreve a endosarles el calificativo de españoles de mal, frente a los españoles de bien, que sóo son los 'suyos', el discurso dual, separador y frentista del líder de la oposición, sigue, desgraciadamente, vigente.