Hace unos años, un reconocido gestor de la industria farmacéutica se tuvo que jubilar al cumplir la edad correspondiente. Atrás quedaron años de viajes, de negociaciones en distintos foros, entre ellos el Ministerio de Sanidad para conseguir precio a sus medicamentos, de reuniones…. Afortunadamente toda esa experiencia no se perdió, sino que le ha servido para poner en marcha una institución que está cobrando cada vez más fuerza. Eduardo Rodríguez Rovira, ex director general de la multinacional SmithKlineBeecham en España, preside desde su fundación la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA), que hoy lunes 23 de abril celebra su séptimo congreso nacional, en el quinto aniversario de la II Asamblea mundial del envejecimiento.
Este congreso está convocado por 48 asociaciones nacionales y federaciones, que apoyan el mismo concepto de “envejecimiento activo” y “no discriminación” que defiende CEOMA. Y, como algunos políticos son avezados, parece que han comprendido la importancia de este colectivo de mayores de 65 años que, en España, supera los siete millones. Así, Amparo Valcarcel, Beatriz Elorriaga y Ana Botella, secretaria de Estado, consejera y concejala de Asuntos Sociales, respectivamente, comparten hoy la presidencia de la inauguración de esta jornada en las que, entre otros asuntos se analizará la ley de dependencia y el empleo de las personas de edad. “En la Unión Europea, el nivel de empleo de trabajadores de edad avanzada es muy bajo y supone un derroche de oportunidades para las personas y de potencial para la sociedad”, asegura Eduardo Rodríguez Rovira.
A poco más de un mes de las elecciones autonómicas y municipales, los distintos partidos políticos intentan atraerse el voto de estos millones de españoles a los que la edad les ha apartado de sus quehaceres laborales, pero han ganado en experiencia y en astucia. En diversos sondeos realizados por el CIS y otros organismos privados, los mayores manifiestan un menor interés general por la política que los demás grupos de edades. Sin embargo, algunos analistas no creen en estas conclusiones y subrayan que la impresión de desinterés de los mayores por la política no es del todo coherente con otros indicadores, especialmente con los de participación electoral. Esto induce a pensar que en los mayores cobra fuerza la costumbre de no hablar abiertamente de política.
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