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¿Por qué nos odian?

¿Por qué nos odian?

lunes 04 de enero de 2010, 18:02h

Tomo un café en el bar del aeropuerto de Cuenca mientras aguardo el avión de Tame para volver a Quito.

Reviso uno de mis libros favoritos: ‘Últimas noticias sobre el periodismo’, escrito por el comunicador italiano Furio Colombo. Me detengo en la página 216.

El nombre del capítulo es seductor: ‘Contra el periodismo’.

Colombo es implacablemente autocrítico. Recuerda episodios vergonzosos para la prensa, como aquel del muchacho muerto en Sarajevo o el linchamiento a un soldado israelí.

Los dos hechos ocurrieron frente a las cámaras de televisión. Los reporteros prefirieron captar imágenes dramáticas como material de impacto periodístico en lugar de salvar al muchacho o evitar el linchamiento al soldado.

Desvío la mirada del libro. Trato de percibir, al fondo, algún indicio de que la demora del avión no se prolongue demasiado. Dos mesas más allá de la mía, alguien me observa.

Vuelvo al libro. El capítulo me recuerda la actitud del presidente Correa contra los medios. Pero también me recuerda a Berlusconi, Sarkozy, Fujimori, Uribe, Chávez, Alan García, Evo Morales, Bill Clinton… Dotados de un filin para acallar las críticas, todos ellos han logrado, en su momento, convencer a sus seguidores sobre la presunta (o real, en algunos casos) mala fe de la prensa.

“¿Qué hemos hecho los periodistas para merecer tanta desconfianza e incluso repulsión?”, se pregunta Colombo.

El autor responde con las palabras de Fred Friendly, ex presidente de CBS News y profesor en la Columbia University: “Ustedes han buscado demasiados aliados, demasiados recorridos seguros dentro de las ciudadelas del poder. Se han alejado de la opinión pública. Ahora se sienten aislados y rechazados. La gente no los conoce, por lo tanto desconfía, o está ajena a la discusión”.

De pronto, por los altavoces nos piden acercarnos a la puerta de salida. En la fila, la persona que me observaba se ubica a mi lado. Me recuerda que fuimos amigos de niños. Es ingeniero en restauración de casas patrimoniales.

Comenta que ha escuchado que soy periodista y le digo que sí, aunque decir “periodista” -bromeo- se ha vuelto mala palabra. La expresión de su rostro cambia.

“¿Es tan difícil no mentir y limitarse a informar los hechos?”, me dice, indignado, y se aleja.

En el avión retomo el libro mientras recuerdo que en la charla en Cuenca una afligida reportera se preguntaba, en voz alta, “¿por qué nos odian?”.

“Hay que afrontar la crisis de rechazo al oficio del periodista -reflexiona Colombo-. Soportar con dignidad la presión del poder y de la opinión pública es parte de la respuesta, pero lo esencial es reafirmar nuestro papel de notarios de acontecimientos comprobados, de fuentes identificadas, de reconstrucciones independientes de la realidad”.

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