Lo primero fue de traca. El titular de Trabajo salía ante los medios para presumir de economía en el sentido de que España tiene una economía sumergida de entre el 16% y el 20% del PIB, dando a entender que aunque ésta no se contabiliza de forma oficial, el país no está nada anquilosado. Buenas intenciones que fueron rápidamente corregidas por secretario de Estado de Economía,
José Manuel Campa.
Campa aseguró que el Ministerio de Economía y Hacienda no tiene cálculos sobre el peso de la economía sumergida en el PIB español y señaló que es "excesivamente osado ponerle un número a ese porcentaje". Su cargo hacía que la noticia no fuera tan importante... pero es que en pocas horas la que se dirigió a los medios es la vicepresidenta económica y ministra
Elena Salgado.
Desautorizó a su compañero en el Consejo de Ministros afirmando que las cifras aportadas por
Corbacho "no tienen ninguna base científica". Salgado consideró que éstos "no son datos". "No hay estimaciones sobre la economía sumergida en España como no las hay en ninguno de los países de nuestra economía occidental", añadió.
Los escáneres corporales
Más de lo mismo con los ya famosos escáneres corporales, tan controvertidos y polémicos. Resulta que el miércoles
José Blanco visitaba EEUU y se apresuraba a satisfacer al aliado norteamericano afirmando que España instalaría esos escáneres por la seguridad de los ciudadanos. Hablaba, claro de los viajes con destino EEUU.
En todo caso, el matiz lo puso
Zapatero, viendo el revuelo formado por la opinión pública, que se está despertando al respecto, y en contra de los escáneres. El presidente del Gobierno descartó que nuestro país vaya a adoptar de forma unilateral la generalización de los escáneres en sus aeropuertos y señaló que, para ello, debería haber una posición común de la UE.
Otra puntualización que está en la línea de otras declaraciones corregidas últimamente, como sucedió con las sanciones que anunció Zapatero como presidente de turno de la UE a los países que incumplieran acuerdos económicos de la Unión. Tanto
Moratinos como
De la Vega se lanzaron raudos a matizarlo, sobre todo tras las críticas recibidas por los vecinos continentales, notablemente procedentes de Alemania y Reino Unido.
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