Oportunistas

La carencia de un proyecto y un discurso coherentes facilita la demagogia y el oportunismo. El actuar “a golpe de titular”, impactados por un suceso, una campaña, una encuesta o un telediario, hace que personas aparentemente sólidas se salgan del guión y hagan propuestas demagógicas tratando de ganar terreno al “enemigo”. (En nuestro país no hay adversarios políticos, hay enemigos, pero de la misma manera que se enfrentan a muerte y se lanzan al cuello de su rival, son capaces, cuando toca, cuando interesa, de firmar un pacto y ser amigos para siempre. Siempre o nunca, en la  política española, significa, como mucho, una semana). Los principios de la mayoría de los políticos son como los de Groucho Marx: se cambian sin problemas cuando interesa.

Por eso tiene razón la vicepresidenta Fernández de la Vega cuando tilda de oportunista a Rajoy que propone dar servicios a los inmigrantes sin papeles sin necesidad de que se empadronen. Pero, el Gobierno es igual de oportunista porque no ha hecho nada, no hace nada, para resolver el hecho de que haya un millón de inmigrantes en situación irregular, trabajando en esa economía sumergida, que el Gobierno tolera, y sin dar a los ayuntamientos los recursos necesarios para atender los servicios que hay que dar a cualquier persona.

Sucede en el debate nuclear (lo de Arenas y Cospedal es para nota y el espectáculo general, penoso), en el de la inmigración y en el de la solidaridad. ¿Recuerdan ustedes algún movimiento más amplio y más generoso por ciudadanos y Gobiernos que el de la solidaridad con Haití? Seguramente, no. Queremos dar una oportunidad a los que han sufrido los terribles terremotos, incluso estamos dispuestos a adoptar a sus huérfanos, pero una mayoría de españoles no quiere más inmigrantes en España, ni que tengan derecho a la educación o la sanidad. Que les echen. Se quejan de que quitan el trabajo y las oportunidades a los españoles, aunque lo que de verdad sucede es que vienen a hacer el trabajo que no queremos hacer ya los españoles, por un salario que nosotros no aceptamos y explotados en la economía sumergida. O llamados por la opulencia y el despilfarro. Y si volvemos a Haití, ¿es que los Gobiernos y los ciudadanos no sabían que la pobreza en Haití es endémica? Los que critican la presencia de Estados Unidos en Afganistán o Irán, aplauden que haya enviado miles de soldados para favorecer la reconstrucción y el orden del país.

Tampoco se recuerda una solidaridad tan importante como la que recibió Aminatou Haidar en su huelga de hambre, pero a nadie le importa ya el fondo del conflicto -los saharauis siguen sin ser libres ni dueños de su destino- ni que Aminatou haya estado desde su liberación bajo un real arresto domiciliario que “nadie” ha ordenado y del que “nadie” se responsabiliza. No importan los problemas ni las personas; importan los titulares de la tele y demonizar al contrario.  Necesitamos políticos responsables que abandonen la demagogia  y se unan para buscar soluciones reales a los problemas reales.  

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