Gobernar o dimitir

A los gobiernos se les elige para que gobiernen. Y si no saben o no pueden, su obligación es dimitir. Dejar que gobiernen otros. Apelar a los pactos con las fuerzas políticas adversarias, con las que tienen otros programas y formas de gobernar, es una estrategia para ganar tiempo para mantenerse en sus poltronas. Una trampa para intentar comprometer al adversario en los propios fracasos. Y un engaño a la sociedad haciendo creer que se tienen las fórmulas mágicas, pero que la culpa es de los otros que no los apoyan. Pero los otros, los adversarios, no han sido elegidos para gobernar, sino principalmente para controlar a los que gobiernan.Y para prepararse por que si estos fracasan los puedan sustituir.

Esta es la regla democrática de la alternancia en el gobierno del país. No es lícito hacer trampas. No es honesto. Es una infidelidad a los electores. A los que han dado sus votos al partido del gobierno. No se los han dado para juegue a pactar o despactar. Para pasarse su programa electoral por el forro. Para hacer componendas con el adversario, con las cartas bajo la mesa. Les han votado para que gobiernen. No para que inventen frases más o menos ingeniosas, pero falsas. Por ejemplo cuando el presidente del Gobierno proclama, a grito pelado, que “mientras yo sea presidente los trabajadores no perderán ninguno de sus derechos”, cuando resulta que son millones los que ya han perdido el principal: su trabajo, su derecho a trabajar. No se puede perder más tiempo con excusas o comisiones en via muerta. Si no se sabe o no se puede gobernar, lo lógico, lo ético es dimitir. No dar las culpas a otros.