Ricky Martin o la resurrección del morbo

¿Por qué Ricky Martin vuelve al primer plano noticioso? Por homosexual.

Así de cruda es, a veces, la lógica mediática: la televisión ecuatoriana se regodea con el tema, los espacios de farándula y chismografía se solazan, las animadoras abren los ojos y asumen actitudes de horror y coquetería (¡qué mezcla!) para anunciar a los televidentes la-noticia-del-año.

Y resucita el morbo periodístico: ¿Ricky Martin gay? Pero si recientemente tuvo dos hijos, pero si ha tenido varias novias, pero si es tan sexi, pero si canta como hombre, pero si, pero si, pero si…

Muy buen material para la frivolización de la realidad: frente a la incapacidad de hacer una lectura política y social del tema (porque eso no “vende”), es mejor especular, plantear hipótesis, tejer historias extrañas (Si Miguel Bosé aplaude la valentía de Ricky es porque son pareja…), provocar que los espectadores hombres digan “qué terrible, caramba”, y empujar a que las espectadoras mujeres digan “qué pena, tan bello que era…”.

La confesión de Ricky Martin, sin embargo, es mucho más trascendente y relevante de lo que parece. Se dirá que lo hizo por recuperar popularidad en el mercado de la música, pero no será una afirmación que se sustente en cifras. Se dirá que lo hizo para ganar impacto mediático, pero no parece necesitarlo, al menos por ahora.

En un planeta machista, prejuiciado y subjetivo, donde dígase lo que se diga sigue prevaleciendo la discriminación sexual, la homofobia, la inequidad de género, la represión ideológica y/o religiosa contra lo que se denomina “enfermedad sexual”, me parece que el gesto de Ricky Martin tiene un altísimo contenido político y social.

Quizás en estos días hayan subido las ventas de los diarios amarillos y de los espacios faranduleros televisivos.

Pero, bueno, dejemos que disfruten de sus 15 minutos de rating. Lo que importa es que el movimiento gay en el mundo se fortalece con el gesto de Ricky Martin.

Y el mundo hipócrita y eufemístico, convencional y disimulado (incluida la prensa conservadora, sensacionalista o intelectualoide) sufre un golpe importante.