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El omnipoder contra la prensa

El omnipoder contra la prensa

lunes 05 de abril de 2010, 19:11h
La sentencia judicial de tres años de prisión para el columnista Emilio Palacio es tan desproporcionada como son los  tres años de ataques sistemáticos del omnipoder contra los medios y los periodistas no alineados con el Régimen.

Es tan desproporcionada como la fuerza con la que actúa el omnipoder cuando la administración de justicia se somete a los arbitrios de quienes  controlan todo el aparato del Estado.

Es tan desproporcionada que, más que la sentencia a un periodista de opinión y la condena  al contenido de un polémico editorial, la pena impuesta contra  Palacio es  una simulada  intimidación contra quienes se atreven a criticar al omnipoder o que exigen espacios de deliberación sobre el futuro del país.

Es tan desproporcionada como tres casos recientes en los cuales queda en evidencia  que no solo el omnipoder atenta contra la libertad de expresión sino que el “efecto cascada” (que baja caudalosamente desde la altura  y  envenena   la sociedad) está logrando que el silenciamiento y la censura se vayan instalando en  la vida cotidiana.

Uno. Si alguien piensa que “la revolución ciudadana del siglo XXI” ha logrado extinguir en el Ecuador el regionalismo y la intolerancia, sepa que no hay  tal.

Hace poco, en la radio deportiva  La Red, el  dirigente futbolístico Rodrigo Paz se refirió irónicamente al periodista Tito Rosales, jefe  de Deportes de este Diario.

¿Cómo lo llamó para golpear su dignidad? “Un editor costeño”. No lo criticó por la calidad de su trabajo, ni por su trayectoria, ni  su profesionalismo, sino por el lugar donde nació.

Este  acto de  discriminación me hizo recordar  cuando en Guayaquil el ultra poder socialcristiano  (hoy en extinción) me llamaba “serrano” o “quito columnista” con el propósito de  descalificarme por el delito -según ese ultra poder- de que un periodista nacido en la Capital fuera  editor general de diario El Universo.

Dos. Si alguien sostiene que la agresividad es solo contra la prensa privada, vea el caso de Alba Ladean, reportera de una radio gubernamental. Ella se acercó a Margarita Arosemena Gómez Lince durante una marcha que esta protagonizaba en Guayaquil contra la presencia en nuestro país del presidente venezolano Hugo Chávez.

La periodista asegura  que Arosemena le dijo que “no respondía a preguntas estúpidas” y que la golpeó tres veces con el palo de la pancarta. 

Tres. Si alguien cree que en los ”medios públicos” (siempre entre comillas)  hay pluralismo, conozca lo que sucedió con  la periodista Mariuxi León Molina.

Ella escribió  una columna en El Telégrafo, pero el  texto fue censurado “desde arriba”. Obviamente, su contenido discrepaba con la línea gubernamental.

Al día siguiente, le impidieron ingresar a la Redacción y quedó fuera del Diario.

¿El omnipoder ya es de todos? Sí, de todos los poderosos.
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