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Ni jueces ni leyes, la familia

Ni jueces ni leyes, la familia

martes 06 de abril de 2010, 15:43h
De nuevo otro caso terrible, la muerte de una adolescente de 13 años conmueve a la sociedad. Y vuelven los que piden mucha más dureza contra los adolescentes violentos Terrible drama, terrible dolor de los padres, de los hermanos, de los amigos… ¿Y qué podemos hacer para cambiar estos hechos?

El primer recurso es cambiar la ley, endurecerla. Pedir a los legisladores que sean más severos y a los jueces que hagan pagar a los culpables. Ya. La Ley del Menor se ha modificado varias veces, siempre en la misma dirección.  ¿Estoy en contra de que el culpable pague? Por supuesto que no. Estoy en contra de que esta sociedad no sea capaz de reformar a un adolescente, cuya personalidad todavía está en formación, y le condene para toda la vida. La violencia entre adolescentes, como la violencia contra la mujer, es un fracaso de toda la sociedad. No hemos sabido educar a nuestros hijos adecuadamente en valores positivos. A muchos no les ha importado durante demasiado tiempo. Joaquín Costa decía que este país necesitaba “escuela y despensa”. Hoy todos tienen escuela y nadie se muere de hambre. La mayor parte de nuestros adolescentes tienen infinitamente más de lo que necesitan para vivir y desarrollarse personal y profesionalmente, y aunque el horizonte del empleo sea cada día más negro, hay apoyos sociales para no convertir la vida en un infierno.

Pero cada vez acceden antes a las drogas, incluido el alcohol, y al sexo. Cada vez la adolescencia dura menos y la vida de los adolescentes, con su ordenador, con sus redes virtuales, está más lejos de la de sus padres. Cada vez, los jóvenes ven con más normalidad la violencia en el cine o en la tele y perciben que quienes más gritan, más agreden incluso cobran y son famosos por eso. Cada día que pasa, las familias, los padres se desentienden más de sus hijos y aceptan el chantaje –si quieres tranquilidad, déjame en paz- o lo impulsan mirando hacia otro lado: “mi hijo no haría eso, en el fondo es bueno”.

¿Reformar las leyes para endurecerlas? Adelante. No se solucionará el problema. Ningún adolescente va a dejar de ser violento por miedo a lo que puede pasar. El futuro es lejano para ellos. Viven el presente inmediato. ¿Es eficaz una ley que reprime duramente o necesitamos medidas que hagan una sociedad mejor? Somos libres para elegir. En mi modesta opinión, ni unas leyes más duras ni unos jueces más severos van a arreglar esto. Ni siquiera los colegios, donde depositamos a los niños para que “los eduquen”. La clave está en la familia, en los padres, en no declinar las responsabilidades, en saber quiénes son los amigos de nuestros hijos y qué hacen, que ven, que leen, por dónde navegan…  Cuando dos niñas se citan a las once de la mañana en la calle para pegarse y la pelea acaba en asesinato, la realidad es que la tragedia empezó mucho antes. Y no funcionó ninguna alarma. Fallamos todos.

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