Vender motos

Inquieta tanto político metido a publicista. El poder de la imagen no es cosa baladí, y ahora que lo han descubierto, algunos -pocos-, se han lanzado como niños sobre un caramelo sin medir consecuencias. El problema es que se les vaya -ya se les está yendo- de las manos, y terminen vendiendo motos aún más distorsionadas sobre temas delicados como la seguridad, el proceso de paz, el tripartito catalán y quién sabe qué. La opinión pública no necesita más propaganda sin sentido -para eso están otros-; lo que quiere son hechos, no interpretaciones de los mismos.

No convencen a nadie estas desmedidas ganas de llamar la atención por motivos estrictamente electoralistas y de orgullo herido que, desde luego, contribuyen a tensar una cuerda que más valdría empezar a aflojar. Qué razón tiene Manuel Marín, esto no ayuda nada al objetivo común. Sin ser catastrofistas, no obstante, hay que tener en cuenta que se ha cerrado la veda: ¿habremos de ver a partir de ahora todo tipo de montajes sobre las miserias de otros?. Señores de la política, esto nunca ha funcionado, salvo en la tan de moda prensa del corazón que, por cierto, ahora se nutre del escándalo de corruptelas marbellíes. Hay que hacer política y no venderla. Si no, acabaremos todos haciendo zapping.