De los cuatro millones y pico de parados que hay en España, una cuarta parte (algo más de un millón de personas) tienen más de 45 años. Es una edad a la que se le atribuye la madurez, la capacidad de liderazgo y la experiencia, pero por desgracia esas personas, normalmente con cargas familiares, tienen muy difícil su reincorporación al mundo laboral, donde la escasa oferta que hoy existe se destina a individuos más jóvenes, sin antigüedad en la empresa, y que firmen contratos-basura; es decir: papel mojado. A los 45 años no eres ni joven ni viejo, estás en el punto de no retorno, y aunque hayas cotizado a la Seguridad Social dos décadas, aún está lejana la edad de la jubilación.
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Retrato-robot de un español o de una española de 45 años: nació en el franquismo, hizo año y pico de “mili” (en el caso de los varones), estudió francés en el bachillerato, tuvo un contacto tardío (si es que lo tuvo) con la informática y con otras nuevas tecnologías, viajó poco por el mundo y, en muchos casos, hubo de compatibilizar su formación profesional con la ayuda en el taller, en la tienda o en la ganadería de sus padres. No se puede generalizar, pero se trata de una generación nada afortunada, y que hubo de superar muchos “hándicaps” a base de sacrificio.
Y ahora, a un millón y pico de estas personas se les “paga” su esfuerzo mandándolas a la cuneta, y en la mayoría de los casos sin derecho ni siquiera a una pre-jubilación. Desde que se inicio la puñetera crisis, se ha pasado de un 6 por ciento de parados mayores de 45 años, a casi un 14 por ciento, y lo que vendrá. Hay casos admirables de superación y de adaptación, de gentes con iniciativa para salir adelante y para sobreponerse a las dificultades. Pero también hay muchas situaciones realmente dramáticas de personas que contaban con que su trabajo y su modesto salario era para toda la vida, y ahora tienen la sensación de haber naufragado en un océano en que el oleaje -la espuma de los días- sigue con su sermón sobre las víctimas de la guerra civil, o con la polémica sobre el velo musulmán, o con los debates bolivianos sobre los pollos y la homosexualidad, o con el lío del Tribunal Constitucional y el Estatut.
Hay muchas Españas dentro de la misma patria, pero esta España del millón y pico de parados mayores de 45 años es para echarse a temblar. A temblar y, también, a tomar alguna decisión desde el Gobierno y desde la sociedad y desde todos los Poderes, dado que llorar en silencio o clamar al cielo no conducen a nada.
¿Cuándo bajará el Gobierno de la nube, y se dedicará a atender a lo que de verdad es importante?
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