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Henrique Lazo

El Testigo

El Testigo

domingo 06 de mayo de 2007, 00:29h
Cuando el ser humano separó el origen de la vida producto de la acción
de un ente y comenzó a investigar el origen de la vida como el
resultado de sus componentes, nació la ciencia.

Cuando el ser humano separó el origen de la vida producto de la acción
de un ente y comenzó a investigar el origen de la vida como el
resultado de sus componentes, nació la ciencia. Para unos, el origen
fue el fuego; para otros el agua y para otros el aire. Hasta hace
poco, el concepto de eternidad estaba asociado mas a la religión que a
la ciencia.

Desde que Alberto Einstein en 1905, su año milagroso, nos ofreciera su
famosa fórmula E=mc2, la materia se volvió eterna. La masa de un
objeto es una forma de energía y la energía contiene masa. Masa y
energía son formas de una misma cosa, son equivalentes. Se puede
transformar una en la otra. Los seres humanos somos materia, por
consiguiente, somos eternos físicamente.

En la historia de la humanidad, miles de personas, la mayoría
anónimas, han dedicado sus vidas a la actividad científica. De tantos
y tantos se pueden tomar unos cuantos para descubrir y comprender el
camino transcurrido para lograr articular una explicación científica
de la existencia.

Como en una carrera de relevos, en la que hay que pasarse el testigo,
Pitágoras planteó que la tierra era el centro del universo.
Aristóteles llevó esta idea al infinito y su vigencia duró 18 siglos
hasta que Copérnico colocó al sol en el centro y a la tierra girando a
su alrededor. Galileo, el inventor del método científico, popularizó
la idea heliocéntrica de Copernico, y ésta, se convirtió en verdad
cuando la tuvo que negar ante las autoridades eclesiásticas del
momento.

Newton entendió el universo como una maquinaria que marcha como un
reloj, y es predecible. Einstein, que se inspiró en estos postulados,
agregó que la marcha de los relojes depende del movimiento del
observador. Su teoría de la relatividad es una especie de retrato del
siglo XX y, por ahora, guión del siglo XXI.

Es común escuchar a un funcionario adjudicarle las fallas de su
gestión al gobierno anterior y, a renglón seguido, prometer que las
cosas serán distintas y mejores de ahora en adelante. Menos mal que
los científicos no han sido como los políticos que desconocen el
trabajo de los demás.
 

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