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Garzón por una, por dos o por tres

Garzón por una, por dos o por tres

sábado 01 de mayo de 2010, 10:35h

   Primero fue por la una, la investigación de los crímenes del  franquismo; luego por la dos, los cursos en Nueva York, y, el 10 de mayo será por la tres, la causa  de las escuchas telefónicas a los abogados del caso Gürtell, por la que el juez Baltasar Garzón volverá a entrar en el Tribunal Supremo a declarar como imputado. Seguramente volverá a hacer el camino a pié entre el callejón de García Gutiérrez, donde está la Audiencia Nacional,  hasta la entrada del Alto tribunal por la calle Marqués de la Ensenada, apenas 150 metros. Y seguro que le acompañarán, en caótica comitiva, fotógrafos y cámaras de televisión.

   Es lo que muchos de sus detractores consideran un deliberado paseo bajo escolta mediática, pensado y realizados para llamar la atención lo más que pueda –como siempre, por otra parte, cuando éste es el protagonista-. Aunque es casi seguro que el propio Garzón esté ya convencido de que no dejará de ser un paseíllo patibulario. Porque la única duda que cabe es si será por la uno, la dos, o la tres, o por las tres juntas. Pero lo que parece seguro es que esta causa general contra Baltasar Garzón va a acabar, antes o después, con la inhabilitación del juez. Aunque, recurso va recurso viene, el juez se resista como gato panza arriba a dejar su despacho y vaya ganando tiempo. Pero él sabe que ya está amortizado.

   Se la tienen jurada en el tribunal Supremo y en el Consejo general del Poder Judicial donde parecen haber lanzado la consigna de que todo vale contra Garzón. Los abogados de cualquiera de los narcos o corruptos a los que les toque comparecer en el juzgado de  instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, del que es titular Garzón, lo tienen claro. A la mínima lo recusarán y en cuanto puedan recorrerán los mismos 150 metros por los que camina ahora Garzón hasta el Supremo para acusarle de prevaricación. Vale cualquier escrito de acusación y si no que le pregunten a los ultras de Manos Limpias. Además siempre dispondrán de un Luciano Varela que ofrezca unas cuantas orientaciones para que el escrito pueda ser admitido a trámite.

   El juez estrella parece que está pagando de una vez su estrellato. Nadie como él ha sido capaz de hincharle las narices al stablisment judicial del país, a título individual y colectivo. Y  tal parece que ya han dicho basta. Ni un segundo más se le aguanta su egolatría absoluta, su omnímodo afán de protagonismo, su consumado manejo de los medios de comunicación en beneficio exclusivo de su imagen, sus maneras de juez único antiterrorista, sus desplantes al Tribunal Supremo, sus pifias variadas en las instrucciones de muchos casos, sus ademanes de juez universal, sus múltiples contactos en la judicatura internacional, su fama que traspasa las fronteras… A tanto ha llegado la garzonmania  que ha logrado unir en su contra a jueces y magistrados progresistas y conservadores en un raro y casi imposible consenso. Aunque estos últimos tienen corporativamente un estímulo más.

   Las acusaciones de sectario y prevaricador lanzados contra Garzón en la misma puerta de la Audiencia Nacional, hace más de un año, por Federico Trillo y Soraya Sáenz de Santamaría no han caído en saco roto. Aparentemente no lograron su objetivo que no era otro que recusar al juez y quitarle de la entonces incipiente investigación del caso Gürtell. Pero sirvieron para activar todo la maquinaria de influencias y favores del PP en el ámbito judicial. Trillo daba instrucciones al ala conservadora de la judicatura para convertir a Garzón en el ecce homo del caso Gürtell. Y lo hizo a sabiendas de que muchos magistrados y, muy especialmente, una de las asociaciones más potentes, deben mucho al amparo del PP. (Lo mismo que, por otra parte, les sucede a los llamados progresistas con el padrinazgo del PSOE). Fue el banderazo de salida.

   Es verdad que en muchas ocasiones este juez convertido en celebrity ha causado cierta vergüenza ajena al ponerse tan estupendo. Pero no parece justo que por el pecado de vanidad intenten estos conspicuos togados del  Supremo convertirle en un delincuente. Si la soberbia o la equivocación en una instrucción fuera un delito estarían las Salas de Justicia, las Audiencias y los Tribunales casi vacíos. Tal parece que la sentencia esté dictada aunque falte por rellenar el argumentario jurídico, sea por la una, por la dos o por la tres de las causas abiertas; o por varias de ellas, que parece que es lo de menos. Pero sus señorías pueden dar un bajonazo al Estado de Derecho si no son capaces de demostrar de forma indubitada una conducta delictiva en Baltasar Garzón. Este magistrado al que quieren quitarse de en medio ha sido uno de los más serios currantes de la justicia en este país. De los más activos contra el terrorismo y el narcotráfico y la corrupción. Y aunque parezca mentira, la mala imagen que tienen los ciudadanos de la justicia en España sería aún peor si las andanzas, por muy polémicas que a veces resulten,  y los resultados en la lucha contra el crimen de Garzón.

   Estamos en las puertas de su defenestración ¿Quid prodest? Quedarán seguramente saciadas las ganas que le tienen los compañeros y superiores togados. Al final el PP consumará su vendetta ante el juez que puso en marcha la investigación contra sus corruptos (que de presuntos parece que solo les queda el tiempo que tarde en dictarse sentencia). Se van a quedar tan contentos  como los etarras, los narcotraficantes, los corruptos y los ultraderechistas de todo el país. Por mucho que Luciano Varela haya expulsado de la acusación a los falangistas para lavar imagen.

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