Z el Griego

Como aquel cinematográfico “Zorba el Griego” Zapatero baila un sirtaki para conjurar la crisis –tantas veces negada- sin practicar otro arte que el de poner al mal tiempo buena cara. No es convincente decir cada día que España no es igual que Grecia porque esto es evidente. Ni por el número de habitantes, ni por potencialidad industrial, ni por solvencia financiera España no es lo mismo que Grecia. Ni Zapatero se llama Papandreu. Pero el baile al borde del abismo de Zapatero está dando una imagen de España poco fiable que favorece esta comparación. Es por ello como se explica la relación que se hace insistentemente en Europa entre dos inestabilidades diferentes.

   Nuestro problema es más de descrédito que de bancarrota. Es la imagen de un equipo ineficaz dirigido por un presidente personalista que desprecia las leyes de la economía y solo confía en su imaginación. Un presidente que ha anunciado diez veces, por lo menos, que estábamos saliendo del túnel por arte de birlibirloque mientras se superaban los cuatro millones de trabajadores parados, más del veinte por cien de la población activa, el doble que Grecia. Un presidente que está alimentando un clima de crisis institucional que daña el tono de seguridad jurídica propio de un Estado sólido. Como consecuencia España presenta la cara de una nación que pone nervioso al mercado, no por contagio de lo que sucede en Grecia sino por deméritos propios. Una anomalía en Europa de lo que pocos años atrás era, por el contrario, un milagro y un buen ejemplo.

    España no es igual que Grecia pero Rodríguez Zapatero es peor que Grecia. La demagogia y la irresponsabilidad de un gobernante han conseguido desprestigiar a un pueblo cubriéndolo con una costra superficial de ineptitud y de revanchismo, disfrazando de esperpento al cuerpo de una sociedad mayoritariamente laboriosa y sensata. Probablemente, por fortuna el fenómeno sea una referencia personal y temporal de la que la nación sabrá librarse. O, por lo menos, debemos esperar que así sea.