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Urge una remodelación de Gobierno

jueves 13 de mayo de 2010, 14:51h
A estas alturas, todos saben que una afirmación de Zapatero puede concretarse, en la práctica, en sentido contrario. Jamás llamaré mentiroso al presidente del Gobierno, pero sí creo que su incurable optimismo le juega malas pasadas: le hace ver color de rosa lo que es más bien parduzco. O negro. De ahí los virajes espectaculares en los anuncios de medidas para reducir el gasto público, contradiciendo el eje de su política social: a la fuerza ahorcan y los mandatos imperativos de Europa -y de Estados Unidos, por mucho que el embajador Solomont quiera matizar lo dicho por el portavoz de la Casa Blanca- han obligado a ZP a hacer malos sus anuncios programáticos de la semana anterior. Por eso mismo, porque en el caso de ZP del dicho al hecho suele ir un trecho, desde el primer momento me tomé con relativo escepticismo su mentís a los rumores que hablaban de cambios inminentes en los ministerios.

Ahora, el siguiente paso de Zapatero, una vez que concluya este semestre, tan peculiar -vamos a llamarlo así- de la presidencia europea, tendría que ser hacer una crisis de Gobierno en toda regla. Ni soy quien para dar consejos a nadie ni, aunque lo fuera, me apetecería; pero, como observador de la vida política desde hace tiempo, me parece que el presidente cometería un nuevo error si así no lo hiciera.

Los rostros patentemente desconcertados de algunos ministros cuando se hicieron públicas, desde el atril el Congreso de los Diputados, las medidas de contención del gasto resultaban casi como un libro abierto: algunos estaban al margen de esa nueva era que se iniciaba para funcionarios, jubilados y para todos en general. Porque el recorte tendrá efectos directos o indirectos para todos al provocar un freno en el crecimiento económico: desde más desempleados en la obra pública hasta más jóvenes opositores que se quedan sin convocatoria de plazas para este año y probablemente también para el próximo. Pasando por otros muchos colectivos, desde luego.

Es decir, efectos que van a causar malestar en las clases medias, que son el granero principal de votos para un Gobierno, en los pensionistas y en muchos otros sectores sociales. Súmense los millones de parados que usted quiera imaginar -algunos desempleados oficiales se benefician, de acuerdo, de la ‘economía sumergida’, pero son, parece, una relativamente exigua minoría--, añádase la obligada -aunque sea con sordina- ontestación sindical y ya tenemos el caldo de cultivo de una agitación social cuando menos inconveniente. Quizá hasta peligrosa.

Ese panorama fuerza a Zapatero, que no ha querido, o no ha logrado, hacer un Gobierno de coalición o, al menos, un Gobierno sustentado en un pacto de amplia mayoría parlamentaria, a formar un elenco ministerial específicamente orientado a luchar contra lo que viene. Reduciendo, en primer lugar, el número de carteras -no me diga que eso es simplemente el chocolate del loro-, reordenando la estructura del Ejecutivo y ampliando, en lo que se pueda, los horizontes, aunque a estas alturas parece un sueño irrealizable que pueda haber ministros verdaderamente independientes o incluso procedentes de otras formaciones políticas. 

El animoso Zapatero ha transmitido últimamente una imagen deprimida, en retroceso. El Gobierno, desunido y cabizbajo, no insufla precisamente entusiasmo a la ciudadanía. No voy a caer en la tentación de citar nombres, en dividir a los ministros entre ‘buenos’ y ‘malos’: la opinión pública es sabia y califica a quien sabe dar la cara y a quien la esconde, a quien resulta imprescindible en la conducción del Estado y a quien  es perfectamente innecesario.

Conozco bien los problemas de Rajoy, sus virtudes y sus defectos, y sé que su llegada a La Moncloa no será automática. Pero, hoy por hoy, somos muchos los que pensamos que el presidente del Partido Popular será el próximo jefe del Gobierno. Porque tengo la impresión de que las esperanzas en una ‘resurrección’ de Zapatero se van esfumando, pese a la apariencia de actividad frenética que el presidente imprime a su agenda. Abarca mucho. Demasiado, quizá.
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