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De Pepiño a don José

De Pepiño a don José

lunes 24 de mayo de 2010, 12:48h
No resisto la tentación de escribir sobre él. Al fin y al cabo es el político de moda, me refiero a José Blanco, titular del Ministerio de Fomento. Y es que se ha consolidado como el hombre fuerte del Gobierno, tanto que incluso ya le ha salido una corte de aduladores que le proponen como "recambio" de Zapatero en caso de que éste decida no presentarse como candidato a los próximos comicios o que el resultado en las urnas fuera tan desastroso que los socialistas tuvieran que buscarse otro líder.

   No diré que resulta curioso que ahora mismo le proliferen los amigos como hongos, porque suele suceder. Así que Blanco tiene ahora mismo una corte de aduladores y de "pelotas" acorde con su posición de hombre de poder. Pero ¿qué tiene este hombre para haber llegado tan alto? Detrás de su media sonrisa, se esconde un político listo, listísimo. Es una de esas personas que sabe pegarse al terreno y sacar provecho de lo que encuentra a su alrededor gracias a su intuición y a que, hasta ahora, ha sabido medir los riesgos.

   Tiene sentido común, olfato político y grandes dosis de pragmatismo. De todo esto ha hecho grandes alardes hasta el momento.

Tuvo también el talento de saber convertirse en el número "dos" de Zapatero, que es tanto como decir que es el número "dos" del PSOE, y ahora el número "dos" del Gobierno, aunque haya dos vicepresidentas de por medio. Hasta aquí sus cualidades, pero... Siempre hay un pero. El caso es que Blanco, como todos los humanos, corre el peligro de dejarse tentar por la vanidad, de sufrir el mal de altura creyéndose que es el más listo, de perder la perspectiva de la realidad.

   Hoy se codea con grandes constructores, banqueros y poderosos que le adulan sabiendo que tiene la llave de la inversión pública. Que le tratan con empalago y deferencia, haciéndole sentir importante. Y no es que no lo sea. Es ministro de Fomento, pero no hay nada más coyuntural que ser ministro. Tanto le hacen la "pelota" que corre el peligro de llegarse a acariciar la idea de decirse a sí mismo que por qué no puede ser él el líder.

   El peligro que corre es que dejándose llevar por los cantos de sirena termine no en el estrellato sino estrellándose. También corre el peligro de creerse todo lo que dicen de él sin terminar de distinguir la ironía elitista de algunos de los que le jalean. Y luego está Zapatero, el Presidente, que le conoce bien, que ha movido sus "hilos" como los de todos cuantos le rodean, y que cualquier día puede divertirse dejándole de moverlo, dejándole inerte, para que no olvide de donde le viene el poder.

   Claro que es de imaginar que a estas alturas Blanco conoce a Zapatero lo suficiente para saber cuáles son los límites que no debe de traspasar, pero es difícil, ya digo, que alguien se pueda sustraer permanentemente a tal cúmulo de halagos como le llegan al ministro de Fomento.

   Pienso que el peor enemigo de Blanco puede ser en primer lugar el propio Blanco, y en segundo lugar Zapatero. Pero ya saben que los dioses suelen cegar a los hombres a los que quieren perder, y tanto halago es la manera moderna de cegarle. Pues eso.
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