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La prórroga sexual

La prórroga sexual

martes 01 de junio de 2010, 12:50h
La eyaculación precoz es un problema que sufre una persona pero que lo comparten dos. Y es algo realmente divertido de escuchar, puesto que uno no puede evitar tener la sonrisa puesta cuando llegan nuevos datos acerca de esta manera tan precaria de acabar un acto sexual, aunque la pregunta es de qué nos reímos los hombres cuando el treinta por ciento de la población masculina se marcha sin decir adiós. Igual es una sonrisa de "¡qué cosas le pasan a los demás!", puesto que admitir un fallo en semejante trance no es fácil, salvo que se esté contando un chiste que le ocurre a otro, siempre a otro.

Definamos a la eyaculación precoz cómo el momento en el que el varón anuncia "ya" mientras que su pareja pregunta: "¿qué?", y luego un silencio de dormitorio previo al pitillito (si fumar es malo, la eyaculación precoz es infinitamente más destructiva en una pareja).

Para aliviar ese momento tan incómodo y que tanto recuerda a los caballos de carreras en la recta final del hipódromo en San Diego, California, han presentado un spray que retarda el disparo final. Y no lo ha hecho un cualquiera sino que ha sido presentado en el Congreso anual (que bien puesto está el término) de los urólogos norteamericanos. El invento tiene un nombre que ya de por sí retarda: PSD502, no es la dirección de un apartado de correos, se trata de una fórmula que contiene lidocaína y prilocaína. Woody Allen diría que son unas sustancias que te recuerdan a la muerte y por eso no puedes concluir el acto sexual, así lo contaba uno de sus personajes en "Todo lo que usted quería saber del sexo pero temía preguntar". Película que protagonizaba un actor que años después moría en una habitación de hotel por culpa del pecado de Onán mal aplicado con unas poleas, David Carradine.

Habrá que decir a los científicos que no le añadan a la angustia de una eyaculación inminente el castigo de tener que mirar al reloj, puesto que PSD502 sólo es eficaz "cinco minutos antes". Convertir al varón en el cuco de un reloj suizo es cuando menos incómodo. Lo suyo sería que apareciera un cuarto árbitro en el dormitorio y enseñara una pizarra electrónica igual que pasa en los campos de fútbol. Una vez conocido por ambos amantes el tiempo de descuento de la prórroga sexual se pasaría a jugar esos minutos con la intensidad del que espera un remate esplendoroso de última hora. Los Panchos lo dijeron más cursi: "reloj no marques las horas". Eso sí, hay que pedir al banquillo que envíe al masajista con el bote de agua milagrosa que, debidamente aplicada en forma de spray, otorgue al varón cinco minutos más de gloria.
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