El hombre de moda, José Blanco, el ministro de Fomento del Gobierno Zapatero, ha destapado la caja de los truenos al poner en cuestión la existencia de las diputaciones provinciales. Isabel Carrasco, la titular de la Diputación de León, ha entrado al trapo con su habitual diplomacia diciendo que Blanco ha perdido el norte y que Bibiana Aído debería estudiar el mapa del clítoris de Andalucía ya que su ministerio no sirve para nada. La Carrasco, desde luego, no está muy de acuerdo que digamos, pero eso no le da derecho a perder el oremus, cosa que hace con mucha frecuencia. La buena educación brilla por su ausencia cada día más entre la clase política. Pena, penita, pena.
Esos modos no son, sin embargo, los de Ramiro Ruiz Medrano, presidente de la Diputación de Valladolid, quien también se ha mostrado en contra de la idea de Blanco, pero sin exabrupto. Se ha limitado a decir que sin las diputaciones los pueblos se quedarían huérfanos. Dulce metáfora la de Ruiz Medrano, pero se olvida que las diputaciones, incluida la suya, no tienen ni para pipas en inversión porque sus presupuestos se van en nónimas.
Quien tampoco está por la labor es Vicente Orden Vígara, víbora dicen algunos, quien manda en la de Burgos desde hace casi veinte años. Para luego va a perder el trabajo Don Vicente aunque ya pase de los 70 años.
Tranquilos todos. Para eliminar las diputaciones habría que cambiar la Constitución, y eso, en medio de este cisco, no hay quién se atreva a hacerlo. La polémica, de todas formas, ya no hay quien la pare.
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No(
