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Esta clase de sindicatos

Esta clase de sindicatos

lunes 14 de junio de 2010, 18:22h
Se concede convencionalmente el rango de “principales” a unos sindicatos –UGT y Comisiones Obreras- que en cada ocasión conflictiva están demostrando que no tienen más fuerza moral y capacidad de movilización que la que se deriva de algunos piquetes de liberados y algunos portadores intercambiables de banderas y pitos de plástico. Pero sus conspicuos dirigentes insisten en denominarlos anacrónicamente “sindicatos de clase”. No es fácil en el siglo XXI saber a qué clase se refieren, salvo que nos remontemos a las viejas imágenes de una sociedad dividida entre una “famélica legión” de proletarios y una tropa barriguda de burgueses de caricatura. Ya  cuando la II República de “trabajadores de todas clases” aquella estampa parecía superada por una identificación trabajo-ciudadanía de la que no se excluía ningún grado o nivel profesional ya que en las sociedades contemporáneas trabaja todo el mundo, salvo parados, enfermos o jubilados, sin que la actividad laboral implique un uniforme de clase o casta.

Habría que preguntar, por tanto, a qué clase se refieren estos sindicados más nutridos de líderes muy bien acomodados que de bases entusiastas. La respuesta está en una retórica llena de prejuicios ideológicos que favorecen la subordinación hacia los gobiernos considerados de izquierda, sea o no sea esta opción la mejor para los intereses de los trabajadores, en apoyo de una clase política partidista, aunque esta sea la menos eficaz para resolver los problemas de una crisis económica. Por ello, hablar de “sindicatos de clase” aunque evoca a las asociaciones espontáneas de estibadores o mineros de los años XX, con su mezcla de actitudes entre mafiosas y revolucionarias, hoy solo se refiere a los apéndices de un socialismo sectario o las nostalgias totalitarias de la pobretería soviética. 

    El mantenimiento en el candelero de esta clase de sindicatos no emana del fervor de sus afiliados sino de la financiación pública y, como el que paga manda, representan unas pantomimas entre caricias y mohines, con gesticulaciones demagógicas que no engañan a nadie que no esté previamente comprometido con la permanencia en el poder de la izquierda de salón. Por ello estos sindicatos han silenciado durante años la necesidad de medidas que eran necesarias para afrontar la crisis y solo cuando tales medidas vienen impuestas por la realidad y la presión internacional hacen aspavientos de disgusto sin demasiado convencimiento ya que tienen muy constatado que esta clase de sindicatos de clase no cuentan con la confianza ni con el respaldo masivo de los trabajadores de todas clases que integran la sociedad del siglo XXI.
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