Nada. Amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y municipaleados niños y niñas que me leéis, es verdadero de toda verdad (o sea, lo contrario de falso de toda falsedad) que comienza oficialmente la campaña de las municipales y autonómicas del 27M. Algo así como un circo, una feria de las vanidades, un vivir sin vivir, poco más o menos.
Todos los candidatos, incluyendo los últimos de la lista, se aprestan a hacer lo propio de estos casos. A saber: poner en el paritorio a los otros, decir que son lo más de lo más, repartir folletos, besar niños y ancianos, visitar mercados, entrar en bares y cafeterías que, en circunstancias normales, no pisarían ni tan hartos de vino como Aznar en Valladolid.
Y, eso sí, los cabezas de lista a darle a la máquina de prometer, que viene a ser como una cosa virtual. Y así, por ejemplo, el candidato pepero de Los Santos de la Humosa (Madrid) puede llegar a ofrecer un puerto de mar, con su correspondiente oceanario. Claro que, otro suponer, el candidato sociata a la alcaldía de Toral de los Vados (León) es capaz de prometer a quienes le voten la construcción de un teatro de la ópera. Eso sí, de arreglar el vertedero municipal y hacer un buen Plan General de Ordenación Urbana, ninguno de los dos dice nada. Hay que prometer hasta meter –es un dicho popular que me brinda Damián, mi valet de chambre—y después de metido, nada de lo prometido.
Bueno, la cosa cambia en el caso de los que se presentan a la reelección. Ellos como que se comprometen, en plan Sarkozy (o sea, con unos belfos que se los pisan) a cambiarlo todo. Y para ello piden más tiempo. ¡Como si no hubiera sido suficiente con aguantarlos los cuatro años precedentes, que quieren seguir otros cuatro años más! Y, encima, para convencer al personal ponen todos ellos cara de pena-penita-pena, mismamente como la Pantoja ante el juez que le pide cuenta y razón de los dos millones de euros que no puede justificar. Lo malo del caso es que, en muchos municipios de la España profunda, el personal votante acaba picando y reeligiendo a los repetidores.
Desde mañana, y hasta el 27M, vamos a tener, de arriba para abajo y viceversa, a todos los líderes políticos (que conste que, al menos que sepamos, que ni ZetaPé, ni Marianito Rajoy, por no hablar de los Pepiño Blanco, Acebes, Zaplana, o de Gaspar Llamazares, se presentan ni siquiera para concejales de una pedanía) andarán dando mítines a diestro y siniestro, hasta el punto de llegar a eclipsar a sus propios alcaldables.
Tal es así, pequeñines/as míos/as, que dentro de cada partido, hay candidatos de cinco estrellas (aquellos a los que su jefe les apadrina el mitin), de cuatro (les viene un figurón de los que sale en los medios de comunicación), de tres (algún carguito conocido), de dos y de una. A estos últimos, a lo máximo que pueden aspirar es que a su mitin de cierre de campaña asista el secretario comarcal de su partido.
Empieza la guerra de vídeos (el del PSOE habla de Iraq y del 11M; el del PP habla de los batasunos). Empieza la guerra de declaraciones y del “..y tú más”. En suma, empieza el espectáculo. Pus que no decaiga.
Si (
No(
