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El tiempo y la sanidad

El tiempo y la sanidad

viernes 18 de junio de 2010, 13:25h

Pasado el temporal de lluvia y viento en buena parte de España,  los meteorólogos  predicen un verano de altas temperaturas, un estío más caluroso y seco que lo normal. La información del tiempo, que antes era una “maría” en los boletines de radio y en los telediarios, se ha convertido en un asunto-estrella, y por dos razones: por la influencia que tiene el que llueva o nieve o haga sol en numerosas actividades y  negocios, y porque vivimos en la sociedad del ocio, a veces del ocio forzoso por falta de un puesto de trabajo. Antes hablar del tiempo era el recurso fácil de dos tímidos que se encontraban en un ascensor, pero hoy se ha convertido en asunto principal.

    - ¿Hablaste con tu tía la de Buenos Aires?
    - Sí, acabo de colgar el teléfono.
    - ¿Y qué tiempo hacía allí?
    - No tuve humor para preguntárselo. Me dijo que le habían diagnosticado un cáncer incurable y, en esas circunstancias, ¿qué carajo me importa que en Argentina haga frío o se mueran los pájaros de calor?


   Así somos, si así os parece.  De momento, aquí, en España, que se anuncie un verano caluroso es una buena noticia para la hostelería, que es un sector que tampoco se salva de la crisis. De lo malo, si hace buen tiempo los fumadores podrán salir a las terrazas, y el Gobierno se sentirá aliviado ante una prohibición contradictoria: es el mismo Gobierno el que prohíbe del “fumeque” (que diría Paco Rabal) y el que ingresa, vía impuestos, grandes cantidades de dinero.

    Por lo demás, y hablando de otro asunto, la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, ha anunciado su intención de informar a los pacientes de lo que les ha costado una intervención quirúrgica o una estancia hospitalaria. No se trata, de momento, del polémico copago sino de que seamos conscientes de que  un parto sin complicaciones cuesta unos 1.600 euros; una operación de cadera unos 13.000; 2.500 una intervención de apendicitis, y hasta 96.000 un trasplante de corazón. Todo esto está muy bien, entre otras razones para que sepamos a dónde van a parar nuestros impuestos. Para completar la jugada y para que la transparencia sea completa, también deberíamos recibir los ciudadanos cumplida y puntual información de lo que se gastan los políticos en viajes perfectamente evitables, en reuniones claramente prescindibles, en asesores inútiles y en desplazamientos en aviones privados que se podrían haber realizado, tal como cualquier ciudadano, en una línea aérea regular.

Qué imposible sería este texto:
    “Su intervención de hemorroides, señor fulano de tal, ha costado a las arcas públicas 1.725 euros; y mi viaje a Pekín, en un avión de las Fuerzas Armadas, ha costado 60.000 euros.  Me alegro de que lo suyo con los hemorroides se haya resuelto, porque lo mío en China fue de pena: ni siquiera me dejaron tomar la palabra en la reunión de ministros, y mi señora, que me acompañaba, lo pasó fatal en el viaje”.

 Eso sería democracia, eso sería transparencia, y lo demás, cuentos chinos...

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