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¿Estamos locos o qué?

'Gatitas'

"Gatitas"

martes 22 de junio de 2010, 09:56h

Vi la foto al día siguiente de ser tomada en la portada de un periódico nacional, concretamente en el Mundo. Y pensé que además de ser una buena instantánea, reflejaba mucho y hacía genial el dicho: una imagen vale más que mil palabras.

Me refiero al posado al estilo Vanity Fair que la primera dama francesa ha aportado al mundo de la política. No importa que el mundo se desmorone, no pasa nada si la UE está haciendo número como doña Paca para llegar a fin de mes. Bruni es la esencia de lo chic, del glamour, de los morritos y de ser la más gatita de todas las gatitas. A su lado, David Cameron, el actual primer ministro británico que es, a la postre, lo más rancio que suele haber en política internacional (el día que un jefe de gobierno británico sea saleroso, habremos perdido definitivamente nuestra identidad europea). Cameron desvía la mirada hacia el pompis de Bruni que lo tuerce en un claro desafío: “mira, mira y recréate que debes de estar pasando un hambre...”. Las gatitas que se saben guapas funcionan así, se creen que ser deseadas por hombre ajeno al suyo implica que ése hombre ajeno no desee a la señora propia. Allá ellas.

En el otro lado de la foto está la que parece adoptar el papel de sumisa esposa de Cameron y que, a ojos del resto de los mortales al contemplar la foto, aparece como la parte más débil de este cuento (está embarazada y lo cierto es que su estilismo es más propio para competir con la abadesa de Cluny que con la mismísima Bruni)

Comparaciones desagradables al margen y puesto que no seré yo quien vea un estado de feísmo en el estado de buena esperanza de la señora Cameron (servidora está embarazada de los mismos meses y tiene idéntica barriga) me pongo a valorar (que para eso me pagan) una vez más a la señora Bruni.
Bruni es como cualquiera de las mujeres que pululan a nuestro alrededor. ¿Quién no tiene una conocida que está buena o parece que lo está y siempre liga con el ligue/novio/marido de las demás? Yo sí. Pienso en ella: siempre llega con contoneo de cadera allá dónde va y se atusa la melena como una leona en aviso de llegada. A continuación saca el cigarro y pide fuego. Siempre al hombre más cercano. Si no es observada y admirada por todos saca sus fauces y lleva las conversaciones más inverosímiles a su terreno. Da igual que no se esté hablando de eso. Jamás pierde el ripio y jamás se da por vencida. Cuando se da la vuelta se va contenta pensando que todos y cada uno de los hombres que deja tras su marcha practicarán el arte del onanismo en su honor esa misma noche. La realidad de las cosas suele ser bien distinta a tenor de lo que luego dicen en su ausencia pero eso no importa. Ella se va contenta y con más balas en el cargador para la próxima batida en la que no suele nunca pasar nada (porque ella no quiere, of course) Por supuesto si es tu hombre ella a partir de ahí te mirará con pena e incluso te dará consejos de cómo ser cómo ella y evitar que no te dejen. Por supuesto que ni se te ocurra montarle una escena y reprocharle su comportamiento. Siempre te hará quedar como una histérica y de ver cosas dónde no las hay. Lo mejor es aplicarse el dicho: no hay como esperar a ver pasar el cadáver de tu enemigo

Bruni es un ejemplo chic de este tipo de mujeres. Maneja como nadie el arte sumiso de bajar tímidamente la pestaña y que tan rendidamente hace caer a los hombres ante una dama. Imagino que también se sabe atusar la melena y también sabe llevar todo a su terreno. El arte de la seducción es su especialidad y da igual que te quiera llevar o no a lugares más oscuros: lo suyo es provocar.  Yo contigo haría lo que me diese la gana lo que pasa que no quiero. Si además eres la primera dama de Francia, estás buena, eres guapa, tienes conversación y una cultura pasable, puede temblar el gobierno de la Gran Bretaña con todos sus tories. 

Inevitablemente el paso del tiempo es idéntico para todos, incluidas ellas, y es entonces cuando si una sabe esperar, se cobra la sutil venganza. Es entonces y sólo entonces cuando uno puede asistir al mayor de los espectáculos y encima gratis: ver a estas mujeres (normalmente solas porque sus maridos hace tiempo que se cansaron de sus caídas de pestañas o han caído rendidos en los de otras más jóvenes) aparecen pintadas como puertas, recauchutadas como los mejores neumáticos de Montmeló, embutidas como chorizos en pantalones poco apropiados, estiradas por la misma plancha del mismo cirujano y ridículas como siempre lo fueron, sólo que ahora han dejado de estar buenas.

Señora Cameron: que tenga usted un buen parto.


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