El paro, la reforma y el mundial

Ni los más viejos de lugar recuerdan algo semejante. Sacar adelante una reforma laboral -apoyándose en las abstenciones-, para aprobar un decreto ley que no estará en vigor más que tres meses, parece una broma. Zapatero gana tiempo lanzando mensajes a nuestros socios de la Unión Europea, pero lo que gana fuera lo pierde dentro. Si fuera ha menguado nuestro crédito financiero, dentro el agostado es el crédito político. Tengo para mí que en ese registro, ZP no está solo. En esta ocasión, el líder de la oposición tampoco ha estado a la altura de las dificultades. Siendo cierto que Zapatero le ha ninguneado, no es menos verdad que Rajoy -al parecer siguiendo la "doctrina Arriola"- se ha puesto de perfil frente a la crisis esperando a que el tsunami arramble con Zapatero y el "zapaterismo". Mal asunto, porque siendo verdad que la responsabilidad de gobernar corresponde al Gobierno, no lo es menos que la oposición está para algo más que esperar a que las llamas acaben con todo.

   En Alemania, país que en los últimos ocho años han tenido gobiernos de coalición (unas veces de centro izquierda y otras de centro derecha) saben de estas cosas. Y así les va. Mucho mejor que a nosotros. Aquí la estirpe de Caín se lo pasa en grande esperando unos a que Zapatero se la pegue y los otros a ver si alguna de las minas del "caso Gürtel" explota cerca de Génova 13. El resultado es que dentro de tres semanas habrá un debate sobre el estado de la Nación (con mayúscula, artículo 2 de la Constitución), que sólo servirá para constatar lo ya sabido: hay dos Españas que están encantadas de putearse la una a la otra mientras a más de cuatro millones y medio de parados, por todo consuelo, les ofrecemos los partidos de fútbol de Mundial. Desde luego, la reforma laboral aprobada no les sacará del paro. Decepción, es la palabra.