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Un rato en Granada

Un rato en Granada

miércoles 29 de noviembre de 2006, 11:05h
Tuve que viajar durante unas horas a Granada. Una conferencia profesional con varios amigos. Me llevaron a El Braserito, en pleno centro de tapas de la ciudad. Y al carmen San Miguel, junto al hotel Alambra Palace, a una cena inolvidable, en un ambiente gratísimo, debo reconocerlo. Yo había comido y cenado en lugares tópicos granadinos, como el restaurante Las Tinajas, simpático, acogedor y gratísimo, pero nunca en un sitio como el Braserito, lleno de jóvenes en zona de copas para jóvenes. Y el carmen, qué quieren que les diga: francamente sensacional, elegante, maravillosas vistas, servicio impecable y una comida de carta demasiado corta y de elaboración demasiado… ¿cómo diría yo? ¿Discutible?

Todo ello lo digo porque Granada se va a poner de moda estos días, con las Alpujarras como viaje preferencial, dado que Sierra Nevada ya está en plena sesión eso: nevada. Y la capital de esa maravillosa provincia (por cierto: ¿conocen ustedes Guadix? ¿Y la llamada costa tropical?) es lugar de paso y descanso hacia Lanjarón y otras ciudades alpujarreñas (¿se dice así?). ¿O no?

Pues, la verdad, más bien no. Siento decirlo, amando como amo a Granada. Y es que el alcalde de la ciudad, émulo, por lo que se ve, de Gallardón, tiene todo el suelo levantado, especialmente nada menos que en la Avenida de la Constitución, la arteria principal de la ciudad. Transitar por el centro de Granada se ha convertido en una locura: seguro que todo está arreglado en vísperas de las elecciones municipales de mayo, ya verán. Poco antes de esas fechas, el alcalde, de cuyo nombre no quiero acordarme, inaugurará las nuevas instalaciones, que han torturado a los granadinos durante los tres últimos años. Seguro que los lectores madrileños saben a qué me refiero con esas observaciones que rememoran épicas preelectorales y caras muy, pero que muy, duras en algunos regidores municipales…

Pero no me dejéis apartarme de lo dulce lúdico para entrar en lo amargo de lo político. Decía que Granada bien vale una visita, aunque sea rápida, y planificar una excursión lo más demorada posible a las Alpujarras. No hay que pagar peajes, ni existen demasiadas dificultades de alojamiento y comida, pese a la afluencia de esquiadores (sólo les interesa esquiar, tranquilos; para ellos, la excursión turística es pérdida de tiempo).

Así que ya digo: para almorzar o cenar, un buen carmen con vistas panorámicas a la ciudad. Evite los restaurantes de ‘guiris’ del centro, que de todas maneras está de difícil acceso. Y busque el Braserito, en la calle Rosario: convenza al jefe de que le reserve una mesa al fondo del local, más allá de la repleta barra, y pídale unos huevos con patatas y jamón ibérico (¿ o era de Trévelez?). Inolvidable, antes de caer en las zanjas del señor alcalde. Ay, las elecciones.

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