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Eloy Fernández Porta, escritor

“A diferencia de otros sistemas políticos, el capitalismo no reprime los sentimientos, sino que los produce”

“A diferencia de otros sistemas políticos, el capitalismo no reprime los sentimientos, sino que los produce”

sábado 17 de julio de 2010, 15:55h

Tras saborear la belleza ficcional a través del relato corto, el escritor catalán Eloy Fernández Porta ha encontrado con el género ensayístico su lugar privilegiado en el complejo ámbito del discurso creativo. Su potencia narrativa se sirve de originales estructuras conceptuales, un ardid semiótico extenuante, una feroz agudeza relacional y de una certera perspectiva socio y antropológica que le han convertido en una de las voces intelectuales más destacadas del momento. Fernández Porta es un científico de la contemporaneidad, un investigador del tejido comunitario. Su último trabajo, €®O$. La superproducción de los afectos, Premio Anagrama de Ensayo 2010, pone de relieve el amor como ente producido y transferido por corporaciones y medios de comunicación, respectivamente; ángel o demonio, según se estime, de la economía de mercado.        

 

Amor y capitalismo, dos doctrinas que en un principio no casan demasiado… 

Como tampoco casan, al menos en apariencia, un stock de productos y el amor filial, o el adulterio y las instituciones, o el lado misántropo del Doctor House con su parte abnegada y sensible; sin embargo, todos esos opuestos se relacionan y se imbrican en el sistema de mercado. Eso ocurre porque el capitalismo necesita de los afectos para vender productos y, a su vez, el amor necesita de un concepto antónimo, de un opuesto, para reafirmar su valor y su moralidad. €®O$ es una exploración de todas esas parejas improbables, la principal de las cuales es el interés y el desinterés.

 

Surge así lo que usted llama “Mercado Afectivo”…

A diferencia de otros sistemas políticos, el capitalismo no reprime los sentimientos, sino que los produce, a la vez que crea un orden y una jerarquía que permiten distinguir entre gourmets de la emoción y parias de la sensibilidad, entre amor deluxe y amor basura. Todo esto, que ya está presente en nuestros días, lo he llevado un paso más allá en una sección literaria del libro —un relato de ciencia ficción— donde imagino lo que ocurrirá cuando el valor “Amistad” cotice en Bolsa, cuando los consultorios financieros se llenen con preguntas sobre la conveniencia de mantener una relación o cuando una empresa que gestiona adulterios, llamada Ashley Madison, asuma el control sobre la vida conyugal en Estados Unidos. Esa sección es una mezcla de sociología salvaje, humor de fanzine y teoría conspiratoria, todo junto.

 

Esto nos lleva a pensar en el amor como pura perspectiva (contexto, entorno…), más allá del mero sentimiento privado, ¿no?

La visión romántica describe la pasión como una fuerza irreductible e incondicionada. La visión sociológica, en cambio, la contempla como un resultado del medio y de los condicionamientos. Podría pensarse que esta segunda aproximación es más propia de nuestros tiempos, pero en realidad lo que ocurre es que ambas ideas tienen su correlato en el mercado. Así que existen “industrias del pálpito”, como la web Craigslist, donde puedes buscar a una persona a quien viste sólo una vez. Lo que suele ocurrir a lo largo del día es que nos comportamos de manera mediatizada, aunque razonamos de manera romántica, es decir, suponemos que hay una autenticidad de los sentimientos que, de alguna mágica manera, se sobrepone a todos esos condicionamientos.

 

¿Es esa mediación emocional un problema o una necesidad?

La mediación es una necesidad creada, como lo son los deseos que produce la publicidad. Ahora bien: así como los anuncios nunca inventan necesidades ex nihilo, sino que dan forma y objetivo a las que ya tenemos, la mediación afectiva tampoco es una invención del webmaster del Match.com, sino que es una constatación de que las relaciones de pareja siempre implican a más de dos personas, no sólo porque haya, digamos, un amante o un familiar entrometido, más bien porque todos los actos de comunicación son transferidos: yo le digo una cosa a mi pareja, pero esa afirmación no es sólo un diálogo vis-à-vis, sino que con ella estoy respondiendo, por transferencia, a algo que me ha dicho otra persona, de modo que en ese momento mi interlocutor no es el objeto último de la frase, sino sólo una fuente de atención que me permite expresarla. En las relaciones se negocian y se resuelven dudas, conflictos y tensiones que no son “puramente internas”, sino que se generan más allá del espacio conyugal e implican a otras personas e instituciones.

 

Y en ello juegan un papel decisivo las nuevas tecnologías: Internet 2.0. La página electrónica de contactos de la empresa Ashley Madison que mencionas es un claro ejemplo…

Pues sí, en ese sentido los nuevos metamedios reflejan e incentivan los cambios en la cultura relacional de la época. En los tiempos de Internet 1.0 el metamedio que mejor representaba el régimen relacional del momento era Match.com, que estaba dirigido a los solteros que buscaban, mayoritariamente, una relación estable. En cambio, en Internet 2.0 el metamedio rey es Ashley Madison, que organiza y tutela adulterios de manera puntual y sólo entre personas casadas. De ese modo, un comportamiento socialmente criticado se vuelve tolerable porque ha surgido una institución que lo legitima. Además, las parejas estables asumen, de manera rutinaria, un código de comportamiento propio de los singles, y se crea una nueva subcultura relacional.

 

Entonces no cree en una forma de amar espontánea, autónoma…

No. Desde el punto de vista de la sociología de la acción, sí creo en la autosugestión, es decir, en la importancia de convencerse de que nuestros comportamientos eróticos y libidinosos son auténticos e incondicionados. Sin esa convicción profunda no hay relación. Precisamente porque vivimos en una época tan controlada y reglamentista, cada vez tienen más éxito las concepciones del amor neopaganas, que hablan como si todo eso no existiera y describen el mundo capitalista como una nueva Babel de los sentidos, como un espacio de liberalidad total. Esas ideas, defendidas por autores como Paglia u Onfray, son, o me parecen, equivocadas como descripción del estado de las cosas, pero en cambio son, digamos, necesarias para tomar la iniciativa en el Mercado Afectivo. Debo creer, contra toda evidencia, en la espontaneidad del sentimiento: ése es el mantra del amante actual.

 

Me ha llamado la atención el estudio que realiza en el libro sobre las letras de canciones amorosas: Magnetic Fields, Los Planetas, Astrud…

Los tres casos demuestran que el “Ars Amandi”, la descripción personal del Mercado Afectivo, se expresa hoy en forma musical, y que el letrismo amoroso es una modalidad muy importante de la literatura actual. En el caso de los Magnetic Fields, y en particular de su disco 69 Love Songs, lo que hay es un catálogo razonado de modos de amar, relacionados con la cultura musical y la cultura de tendencias. Amores de cine musical, de punk, de crooner... Pero ese disco no es meramente un ejercicio de estilo, no se trata sólo de ensayar distintos registros, sino que pone en evidencia que esos estilos constituyen el correlato objetivo de los sentimientos en el mercado. Por tanto, no puede haber, no nos sirve, una aproximación ahistórica a los sentimientos; no hablamos de El Amor como instinto universal que ha sido siempre igual, sino de los amores como construcción del mercado, en relación con las fuerzas económicas.

 

En una ocasión comentó que “el ensayo es una rama de la sátira”. ¿De ahí la ironía rebosante en este trabajo?

En €®O$, el mundo de las relaciones personales se explora con distintos registros, y uno de ellos, no el único, es el humor de fanzine. No es ironía de novela inglesa; como decía el personaje más famoso de Heinrich Böll, “no quiero ser cómico, quiero ser payaso”. Creo que el género ensayo es el lugar más indicado para hacer fanzine. En primer lugar porque, como decía Vicente Muñoz Álvarez, “Internet mató a la estrella del fanzine”, y ese modo necesita otros espacios para expresarse. En segundo lugar, porque en ese contexto el humor cafre es más inesperado y, por tanto, quiero creer, más efectivo. Y, sobre todo, porque el tema de la comercialización de la vida íntima, que tantas veces ha sido descrito como un tema dramático o trágico, a mí me parece un tema cómico, y para explicarlo hay que echarle retranca e imaginación, y no moralismo.

 

€®O$ combina ficción y no ficción, rompiendo con esas barreras que aún se establecen en torno al género ensayo…

La ficción la uso para explicar cosas que, a mi entender, no pueden ser explicadas con los instrumentos tradicionales de la teoría. Para desarrollar el término “capitalismo emocional”, que designa el uso sistemático de los afectos con fines financieros, no basta con dar estadísticas o hacer definiciones genéricas; hay que dibujarlo, crear personajes, diálogos y situaciones. En un momento de la redacción del libro me di cuenta de que para explicar la situación presente tenía que escribir como si ya hubiera terminado, como si se pudiera contemplar desde el año 2040 y resumirla a partir de algunos rasgos distintivos. Desde luego, para hacer eso tuve que saltar del ensayo a la literatura, y así escribí un texto de crítica-ficción, “El Informe Markopolos sobre tu eficiencia amorosa”, que también contiene numerosos comentarios de sociología, pero reformulados de manera literaria. Es sólo una de las diez secciones del libro, pero es importante porque cambia su tono y da una perspectiva distinta. Y luego, los fenómenos de cultura relacional actual —el casting de Paris Hilton para encontrar amigos, el divorcio de Amy Winehouse, el éxito de la web de contactos Craigslit— los he descrito con una combinación de recursos teóricos y ficcionales.

 

Después de Afterpop, Homo Sampler y ahora €®O$, ¿ha conseguido recopilar algunas pautas esenciales para definir las relaciones humanas?

Diría que en esos tres libros hay una cierta evolución desde una perspectiva algo más esteticista, fundada en los estudios de la posmodernidad, hasta una visión de crítica cultura y biopolítca. En €®O$ he prestado menos atención a la forma de los fenómenos culturales y más a la construcción de la subjetividad. Esto se ve en un tema que estaba ya apuntado en el primer libro que has mencionado, y que ha ido creciendo: la jerarquía. Al principio dediqué más tiempo a hablar de los niveles del mundo cultural, de la distinción entre productos literarios “legitimados” y obras “excéntricas”, pero cada vez me interesa más la jerarquía que se establece en el mundo afectivo, entre relaciones tolerables y no toleradas, entre el Consenso sobre el deseo y el perverso polimorfo, entre la normalidad sexual y la anomalía.

 

 

 

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