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El vacío económico del debate

El vacío económico del debate

domingo 18 de julio de 2010, 22:14h

   El pesimismo y la desesperanza han invadido los comentarios tanto políticos como económicos sobre la situación de España. Y es que, al margen de más o menos tibias o intensas adscripciones, para la casi totalidad de los observadores, el Debate sobre el estado de la Nación volvió a ser un espectáculo lamentable, donde la encendida defensa de lo indefendible por parte de Rodríguez Zapatero se encontró con la insuficiente concreción de la alternativa por parte de Mariano Rajoy.

   En plena dramática agudización de la crisis económica, el protagonista del Debate no fue la estelar ausencia gubernamental de una política económica digna de tal nombre No, el protagonista del debate fue el Estatut de Catalunya, como si en Catalunya la ciudadanía estuviera más pendiente de las raras volutas del Estatut, extraviado en ese abismo de incompetencia a que se ha reducido el Tribunal Constitucional, que de temas esenciales para todos como el empleo, la fiscalidad o la evidente aguda decadencia del que creíamos sólido estado de bienestar.    
   
    La situación empeora si se compara con el inicio de la democracia. En los primeros gobiernos de la Transición abundaron personas que sacrificaron tiempo, prestigio e incluso fortuna por hacer de  España lo que ahora es. Buscaron la esencia de la verdad, un consenso real y amplio para superar el pasado y construir democráticamente el futuro. Luego, con el paso del tiempo todo se ocupó por los llamados “profesionales de la política”, que ciertamente ha resultado no ser lo mismo que “políticos profesionales”. Son todo lo contrario a los políticos de la transición, porque han hecho de la permanencia en los puestos políticos un modo de vida, no pocas veces –y el paradigma es Rodríguez Zapatero, aupado nada menos que la Presidencia del Gobierno de España sin formación ni cualidades mínimamente suficientes–, abduciendo como propias las ideas y los discursos ajenos, y eso sí, demostrando maestría en los pasillos y en las compras de voluntades.

    Y no es pequeña cosa la instalación de ZP en el relativismo moral, esto es, en la inconsistencia ideológica, cuando es precisamente la consistencia ideológica lo mínimo, que además de la honradez, parece de sentido común que debiera exigirse a los dirigentes políticos. Consistencia que fue visible en los dirigentes de los años de la transición y que aparece ahora suplantada por el descarado oportunismo con el que Rodríguez Zapatero gana tiempo y escoge posiciones para las siguientes elecciones. Apunta el comentarista McCoy, en el colega EL CONFIDENCIAL, que  “para el barco que no sabe a dónde va, cualquier rumbo es el correcto, como es evidente que sucede en el Gobierno de España desde la llegada al poder en 2004 de un personaje tan vacío de cualidades intelectuales y morales como este extraño Rodríguez Zapatero que dejó en la cuneta las más valiosas y respetables cabezas políticas del PSOE, para extraviarse en una rara política de gestos y propaganda, política de hoy para hoy, con absoluta falta de cualquier criterio de coherencia para el medio y largo plazo”.

      Pienso que va siendo hora de que el serio, preparado y competente Mariano Rajoy tome nota de ello y acabe con la invisibilidad práctica de la oposición. El inverosímil Gobierno de Rodríguez Zapatero no va a caer por las buenas, como fruta madura, sino que será preciso que la oposición zarandee el árbol con la mayor energía. Con mucha más razón que entonces, alguna vez tendrá Mariano Rajoy que repetir actualizada la dura increpación de Aznar a Felipe González. La ciudadanía quiere y espera que Rajoy, como líder del que ya es en todas las encuestas el primer partido de España, exija y reclame al inverosímil Rodríguez Zapatero lo que ya es un clamor en la calle y en casi cualquier sitio donde los ciudadanos se reúnen para dolerse de la terrible situación económica de España: “¡Váyase, señor Rodríguez Zapatero! ¡Váyase por decencia, por patriotismo, por respeto a nuestros conciudadanos que no merecen este Gobierno degradado, que ha ido más allá de la ineficiencia para sumirse triste y abiertamente en lo grotesco! ¡Váyase incluso por respeto a un partido tan importante y valioso como el PSOE, que no merece la ignominia de estar encabezado por alguien tan carente de valores y capacidades!”

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