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Dando el golpe

Dando el golpe

sábado 31 de julio de 2010, 16:00h

Nada de dramatismo. España no se va a romper porque en Cataluña se hayan prohibido las corridas de toros. Ni se rompe España, ni el mundo taurino va a ir a la quiebra. No hay que dramatizar, al menos los que no somos catalanes. En todo caso el problema -si es que lo es para los propios catalanes, para aquellos catalanes que por un afán normativista, que va más allá de lo razonable, y que gustándoles los toros no van a poder verlos en su propia ciudad. El problema es de ellos y serán los catalanes los que tienen que reflexionar, no los demás, que aceptamos con naturalidad que quienes quieran ir a los toros lo hagan y quienes no, pasen de ellos.

   La prohibición de los toros es un síntoma, uno más de una clase política, en este caso la catalana, que con una audacia poco común no le tiembla el pulso a la hora de interpretar la Cataluña real, que es esa Cataluña que convive perfectamente con una fiesta que nada tiene de ocurrencia y si de tradición, literatura esplendida, liturgia que resiste el paso del tiempo, por no hablar del aspecto puramente económico, que no siendo menos no es el argumento decisivo. Más decisivo me parece ese afán de domesticar los usos sociales de los propios catalanes.

   No seré yo quien entre en el debate identitario, pero hay hechos tan objetivos como tozudos, como es el que todos los partidos nacionalistas han votado a favor de la prohibición. CiU, que se conoce la aguja de marear, ha dado libertad de voto en un intento de ser espejo de la pluralidad catalana y llamativo es, sin duda, la postra del PSC, que ha dado libertad de voto para preservar la paz interna. Una vez más el PSC ha sido incapaz de plantar cara a los partidos nacionalistas,  planteando a su vez un serio problema al PSOE. Porque es desde el PSOE desde donde han surgido las voces más criticas y distantes con la posición adoptada por el Parlamento catalán, posición que se ha adoptado porque el Gobierno de la Generalitat en su momento renunció a vetar la iniciativa popular, cosa que por cierto no es infrecuente.

   La decisión adoptada es legítima, pero resulta sorprendente. Tan sorprendente que basta con ver y escuchar las explicaciones de unos y otros. Unos despojándola de cualquier trasfondo identitario y otros ciñéndola a criterios animalistas, criterio que al parecer no son válidos para los toros con los cuernos convertidos en teas y que son tradicionales en pueblos regidos por alcaldes nacionalistas. Cataluña se opone a la muerte del toro, pero acepta la tortura del mismo, porque el fuego de los cuernos se convierte en brea que les quema la testuz.

   Creo que lo inteligente es dedicar al asunto el menor tiempo posible. Es a los catalanes, no a los demás, a quienes les toca reflexionar sobre el país que están construyendo. Es a los catalanes y no a los demás a quieres les toca calibrar si esta decisión les aleja o les acerca de España. Creo que sería un error que desde fuera de Cataluña se cayera en la tentación de echarse a las espaldas cuestiones que se debaten y se deciden en Cataluña y que afectan a los ciudadanos catalanes, que, en definitiva, tienen el Parlamento que han querido tener.

   Personalmente, nunca hubiera votado en contra de los festejos taurinos, ni jamás se me ocurriría adornar mi casa con figuras de toreros o muñecas vestidas con trajes de volantes. Una cosa es el folklore y otra muy distinta una tradición; pero, insisto, creo que es asunto de Cataluña y de los catalanes, que en cuestión de semanas tienen la oportunidad de pronunciarse a través de las urnas. Tienen el Parlamento que han elegido y tendrán el que elijan. A partir de ahí, que cada mochuelo cargue con su olivo. No es displicencia ni indiferencia a lo que ocurra en Cataluña, es solo cuestión de salud mental, de equilibrio, el marcar la distancia necesaria con lo que no tiene arreglo. Cataluña, y con ella todos los españoles, hemos dado el golpe. Yolanda Durán

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