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Elecciones: comienza la batalla autonómica

Elecciones: comienza la batalla autonómica

sábado 14 de agosto de 2010, 16:32h
La dirección nacional del PSOE, y muy personalmente Rodríguez Zapatero, han tomado como causa propia y preferente la de demostrar que el PP no es imbatible en Madrid, aunque a todas luces lo parezca la actual presidenta Esperanza Aguirre, más que probable ganadora de las próximas elecciones autonómicas, tanto da que le enfrenten a Tomás Gómez, a Trinidad Jiménez o cualquier otro candidato que se invente el departamento de efectos especiales de La Moncloa. Tan conscientes son en Ferraz de que la Comunidad de Madrid es una batalla perdida que sus estrategas se han centrado en la Alcaldía de la capital y en recuperar posiciones en otras Comunidades Autónomas y ciudades del Estado, muy importantes, por su peso económico o por su singularidad.

En Madrid, si finalmente prospera la muy forzada candidatura de Trinidad Jiménez, una política quizá para otras tareas valiosa, hija del admirado fiscal Jiménez Villarejo, sólo servirá probablemente para mejorar los resultados de Esperanza Aguirre, porque así como es cierto que el PSOE mantiene una gran fuerza electoral en Madrid, sufre en cambio la rotunda impopularidad del propio Rodríguez Zapatero en esta Comunidad, y que por tanto lastrará una candidatura que venga tan visiblemente impuesta por el actual presidente del Gobierno del Estado. Para que el PSOE ganase las elecciones en Madrid necesitaría candidatos muy distintos y que ahora no hay, candidatos como el inolvidable “viejo profesor” Tierno Galván, o como el serio y honrado Joaquín Leguina, tan diferentes de los nombres ahora en liza.

Quizá una de las razones que expliquen la extraordinaria fuerza política de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid es el convencimiento generalizado de que es una mujer que no miente, que dice en cada momento, quizá con ruda claridad, lo que piensa, y que se empecina en cumplir lo que promete. No hace falta leer en las entrañas de las ocas para apostar que, si Tomás Gómez resultase finalmente descartado, Esperanza Aguirre será reelegida presidenta, lo mismo frente a Trinidad Jiménez que frente a cualquier otro candidato socialista, lo que probablemente obligue al PSOE a centrar sus esfuerzos en el Ayuntamiento, donde tampoco tiene fácil desplazar a Alberto Ruiz-Gallardón, y en las elecciones autonómicas de otras muy importantes Comunidades Autónomas del Estado.

En el caso de Euskadi, la dirección nacional del PSOE ha empezado a cuestionarse muy seriamente aquella peculiar alianza con el PP que permitió desalojar al PNV de Ajuria Enea e instalar allí a un político tan menor como Patxi López. Sabido es que los votos del PNV son críticos para el debate presupuestario del último trimestre del año. Y para Canarias, se sabe que el propio Rodríguez Zapatero ha reclamado esfuerzos adicionales para romper el actual pacto CC-PP, aunque se sabe también, y esto es interesante, que La Moncloa ha pedido expresamente a quien fue candidato en las anteriores autonómicas y obtuvo, aunque insuficiente, el mejor resultado histórico del socialismo en Canarias, Juan Fernando López Aguilar, que no interfiera en el proceso, lo que obliga a pensar que el PSOE intenta volver a un encuentro o alianza con CC, encuentro que sería imposible con un López Aguilar que ha demonizado expresamente al nacionalismo canario.

Cuestión por cierto, la de las autonomías históricas y por tanto la de la organización  territorial del Estado, que también ha entrado últimamente por raros vericuetos, consecuencia de la rara habilidad del actual inquilino de La Moncloa para enredarlo todo y convertir en problema hasta lo que había dejado de serlo por los grandes aciertos de la Transición y la seriedad de los Gobiernos sucesivos, de uno y otro color. Tal es la situación a la que ha conducido a España, desde 2004, esta etapa de Gobiernos ineficaces y sobre todo frívolos, bajo un Presidente inverosímil llegado al poder no por sus inexistentes méritos sino por los graves errores que siguieron, en el Gobierno Aznar, a la imprudente y en términos electorales letal foto de las Azores y que culminaron en el desconcierto de aquel Gobierno cogido por sorpresa por la matanza de Atocha e incapaz de reaccionar a la misma como el país quería y merecía.
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