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Pero no hay contento, porque detrás de cada una de esas noticias está un nuevo desprecio por la historia de la ciudad de Santander, algo en lo que a la derecha capitalina hay que reconocerla contumacia y perseverancia. Desde el derribo del Teatro Pereda, a mediados de los años sesenta, hasta el día de hoy el afán destructor de los gobernantes de la derecha, democráticos o no, ha causado un empobrecimiento de los vestigios históricos de Santander ya irremediablemente dañados por el incendio de 1941. La última hazaña del equipo de Gobierno del PP en el Ayuntamiento de Santander ha sido convertir la rehabilitación de una edificación notable en su demolición. Y lo ha hecho con nocturnidad, alevosía y ocultamiento. Unas fotos, publicadas por este confidencial --en el aparcamiento de Alfonso XIII fueron también las imágenes de Cantabria Confidencial y de Tele Bahía el hecho determinante para la apertura de un expediente de conservación-- ha permitido que el derribo del viejo edificio de la finca de Altamira se conozca. Ahora sólo resta que se depuren las responsabilidades políticas, que se restituya, en la medida de los posible, el daño y, sobre todo, que los ciudadanos tomen nota de cómo se las gastan los gobernantes que actualmente están al frente del consistorio santanderino. La justificación del derribo de la casa de los guardeses que hoy se publica en las páginas de El Diario Montañés no sólo no justifica nada, sino que demuestra una vez más el maridaje existente entre ese medio y el PP para intentar apagar incendios. Aunque en ocasiones, y por impericia o osadía, terminan echando gasolina al fuego.