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Obama no es Napoleón III, pero…

lunes 30 de agosto de 2010, 06:59h

Estados Unidos se encuentra atrapado en Irak y Afganistán, como Francia se entrampó en México, hace cerca de 150 años, a medio camino entre nuestros 1810 y 1910. Ciertamente Obama no es Napoleón III porque él no metió su país en la aventura bélica, sino heredó la guerra desatada por su predecesor George W. Bush; además heredó dos guerras, no una. Sin embargo hay muchos puntos comunes, como lo escribí alguna vez en 2003.

Hace unos días, el ejército de EU empezó el retiro de sus unidades de Irak, según un calendario establecido por Obama. Él mismo anunció en diciembre de 2009 que si bien mandaría 30 mil soldados más en Afganistán, el retiro de sus tropas de aquel país empezaría en julio de 2011.

¿Por qué todo esto le recuerda al historiador la intervención francesa en México? El juicio de la historia ve en Napoleón III un soñador que lanzó a su país en una aventura tan fútil como siniestra, que se debió considerar como una locura desde el principio. Pero el emperador no era ningún tonto, era inteligente, preparado y animado con las mejores intenciones para México. Pretendía protegerlo del imperialismo estadounidense, poner fin a las guerras civiles, estabilizarlo con un régimen monárquico, ciertamente, pero liberal y constitucional. Eso fue “el gran pensamiento” napoleónico.

Intoxicado por las informaciones de sus diplomáticos (los siniestros y corruptos Gabriac y Saligny) y de los exiliados mexicanos, el emperador vio la cosa tan fácil que no se hizo ningún estudio serio, ni preparativos tampoco. Todo fue improvisación sobre la marcha hasta que la “gloriosa empresa” se transformó en pesadilla que obsesionó al monarca con una sola pregunta: “¿Cómo salir de la trampa en la cual me metí?”.

Insisto, Obama no se metió en la trampa, sino llegó a la presidencia de un país que se encontraba, con su ejército, metido en una doble trampa.

Todo esto porque el presidente Bush Jr. no supo apreciar la inteligencia de su padre quien, al derrotar a Saddam Hussein en 1991, paró a las tropas que hubieran podido entrar a Bagdad en cuestión de horas.

Napoleón III, desde 1864, quería pasar el paquete a Maximiliano, así como Obama intenta pasar el paquete al presidente Karzai en Afganistán y a un gobierno iraquí imposible de encontrar en Bagdad. Nos acaban de informar que Afganistán tiene unas riquezas minerales fabulosas: los franceses creían que el subsuelo de Sonora pagaría los costos de la intervención… Luego, el francés vio que la situación no mejoraba, ordenó formar un ejército imperial mexicano y anunció su calendario de retiro. Lo que hizo Obama a fines de 2009. Ni respetó el calendario y a los dos años, en lugar de tres, el mariscal Bazaine puso fin a su estancia de cuatro años “en vuestra hermosa capital” en la cual, proclamaba él, “las tropas francesas no han tenido sino motivos de felicitarse de las relaciones simpáticas que se han establecido entre ellas y este vecindario”. Concluía con una “rola” que no tardarán en repetir los estadounidenses: “Todos nuestros esfuerzos han aspirado a establecer la paz interior. Estáis seguros, y os lo declaro al momento de dejaros, que nuestra misión nunca ha tenido más objeto, y que jamás ha entrado en las intenciones de Francia, el imponeros una forma cualquiera de gobierno contraria a vuestros sentimientos”.

Para aquel entonces los franceses se habían distanciado, hasta enemistarse, con Maximiliano, algo que les pasa a los estadounidenses con los gobernantes de Kabul y Bagdad; Maximiliano intentaba, vanamente, discutir con los liberales, algo que Karzai intenta con los talibanes, con el mismo resultado. El ejército francés presumió siempre, como ahora lo hace el de EU, de que militarmente no había sido derrotado, que siempre había manifestado superioridad en las grandes operaciones, control de las ciudades y vías de comunicación. Eso sí, reconoció su impotencia para controlar el campo y acabar con la guerrilla de los “chinacos”; el peor recuerdo —y remordimiento— de los oficiales franceses fue que la política indigenista y la adhesión de una parte de la población permitieron formar unidades de contraguerrilla que abandonaron a la hora de la retirada. Algo que se ve venir en Afganistán e Irak.

Donde termina cualquier comparación entre la intervención francesa y las guerras de Afganistán e Irak, es que en 1867 México vivió la restauración de la República y un triunfo liberal sin venganzas ni terror, mientras que el próximo destino de Irak y de Afganistán no pinta bien que digamos. Por desgracia, Obama no tiene vara mágica para sacar a tantos bueyes de la barranca; estas dos guerras que se confunden en una sola la perdieron hace mucho Bush junior y su equipo. Ahora los radicales de la ultra derecha le echarán la culpa al “negro”, al “musulmán”, al presidente “ilegítimo y espurio”…

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Profesor e investigador del CIDE

Opinión extraída del Periódico El Universal 29/08/10

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