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Hegel aplastado por Goethe

Hegel aplastado por Goethe

domingo 26 de septiembre de 2010, 18:03h

Los dos principales herederos del insigne enterrador apuntan en una dirección adversa

Por abstrusa que sea su lectura, no puedo dejar de recomendar un libro de Karl Löwith que recién compartí con el tiempo de Eme, Lore, Fanita y Oscar: De Hegel a Nietzsche. La quiebra revolucionaria del pensamiento en el siglo XIX. Antes que nada ¿cómo ocultarlo? por la inmensa satisfacción que me produce ese subtítulo: ¡¡La quiebra revolucionaria del pensamiento en el siglo XIX!! Hegel como símbolo del Fin de la Filosofía, la debacle que -intelectualmente- dejó a la civilización occidental "en el aire". Un auténtica tragedia: los dos principales herederos del insigne enterrador apuntan cada uno de ellos en una dirección adversa, radicalmente adversa, a la reflexión abstracta o filosófica. Por un lado, Marx: la zonza pretensión revolucionaria de sustituir el Pensar por el Actuar, la Teoría por la Práctica. Y, por el otro, Kierkegaard: el Existencialismo, la denuncia poderosa de los conceptos, que desde siempre había intentado el Nominalismo; el inicio de lo que después Heidegger, Jaspers, Levinas y el siglo XX completarían: la primacía aplastante de la Vida por sobre el Búho de Minerva, de la Existencia por encima de cualquier Ontología.

Del libro hablaremos luego, hoy aludo sólo a su bellísima Introducción: Goethe y Hegel, la pugnaz amistad entre estos dos gigantes: la profunda estafa de éste -y de la filosofía en general- en palabras de aquél. Löwith, página 36: "Lo que Hegel designa como mero relucir del concepto, para Goethe es la revelación no falsificada de los fenómenos; la prueba hegeliana de la existencia de Dios, le parecía en cambio anacrónica y sus construcciones dialécticas simples desmanes. En 1812, en relación con un pasaje de la Fenomenología de Hegel -en que éste caracteriza las fases del desarrollo de los vegetales, desde el capullo a las flores y al fruto, como una especie de superación dialéctica- Goethe escribe: No es posible decir algo más monstruoso. Querer aniquilar la realidad eterna de la naturaleza por una mala broma sofística me parece enteramente indigno de un hombre razonable... Cuando un pensador eminente penetra en alguna idea y sabe muy bien lo valioso que ella es... y si, no obstante eso, semejante pensador bromea con ella caricaturizándola sofísticamente, negándola y aniquilándola con palabras y frases que artificialmente se anulan las unas a las otras, yo ya no sé qué podría decirse".

Era el Goethe, un hombre totalmente ajeno a la filosofía, pulverizando a Hegel, el gran genio de dicha disciplina. Era la Dialéctica Hegeliana -la presunta renovación de la Lógica- catalogada como "simples desmanes", "algo monstruoso", ¡¡"palabras y frases que artificialmente se anulan las unas a las otras"!! Faltaba muy poco para que Nietzsche, con mucha más propiedad que Goethe, se burlara de Kant exactamente como le dio la gana. Y para que Heidegger tontamente intentara rescatar a Platón. Que fuera un poeta quien -a principios del siglo XIX- tan duramente tratase a Hegel, fue premonitorio: el Ser Humano se había gastado hasta ese momento 2.300 años intentando inútilmente entender al Mundo y a sí mismo, ahora vendrían dos siglos de dominio del Arte y de la Estética. ¡¡Si no podemos entender absolutamente nada acerca del Ser ni acerca del Espíritu, al menos podemos ficcionarlos!! Podemos meter en los museos cuanta cosa se nos ocurra -telas blancas o negras con una firma o urinarios pomposos-, que siempre habrá algún crítico dispuesto a decir que eso es arte. Seguros, además, de que nunca nadie podrá rebatirlos, puesto que nuestra capacidad de entender el Espíritu es poco menos que nula.

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