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El gobierno de Montilla

jueves 30 de noviembre de 2006, 08:54h

Nadie debe sorprenderse del nuevo Gobierno que José Montilla ha formado, dentro de los acuerdos suscritos con sus socios, sino a su imagen y semejanza, si a la altura de su perfil personal. Ya lo había anunciado la semana pasada, el jueves 23 de noviembre, el entonces candidato en su discurso de investidura en el que desgranó su programa: “asumiré los grandes proyectos todavía pendientes de la anterior legislatura”.

La prueba de ello es que siguen en sus puestos tres socialistas claves: Antoni Castells (Economía), Joaquim Nadal (Política Territorial y Obras Públicas) y Marina Geli (Sanidad). Su continuidad responde tanto a su buena gestión (hay que reconocer que el accidentado gobierno de Maragall, pese a los avatares tragicómicos, más de forma que de fondo, hizo sus deberes con notable alto), como a los ejes anunciados por el acuerdo a tres bandas, por la Entesa Nacional de Progrès. Y era lógico que, por ello, Castells, Nadal y Geli continuasen. El primero, obviamente, por la nueva financiación que marca el desarrollo del Estatut(o); el segundo por las nuevas infraestructuras; y la tercera, porque, con un programa que busca profundizar en el bienestar, debe reformar la sanidad pública catalana. Hay continuidad, por tanto, y sólo -cuestión de estilo personal del presidente- pueden cambiar los tiempos y, quizá, el orden de prioridades.

Ciertamente, hay equilibrio entre las diferentes familias del PSC. Todas obtienen algo, tanto en la cúpula del nuevo gobierno, como en los cargos de segundo y tercer niveles. Era lógico que, tras la defenestración de Maragall, José Montilla, primer secretario del PSC, no causase más estropicios de lo necesarios.

El ya presidente de la Generalitat, ha respetado la autonomía interna de sus socios de gobierno, pero, de todas formas, como se anunció en estas páginas, ha delimitado perfectamente los terrenos de juego de todos y cada uno de los consejeros. Montilla está dispuesto a ejercer de presidente, con un Gobierno que funcione como un todo y no como un conjunto de taifas. Acháquesele a su carácter poco brillante, nada dado a los espectaculares fuegos de artificio de Pasqual Maragall y, aún menos, a las mascletás de Carod-Rovira.

Y aquí es donde el columnista (que, por cierto, no vé a Montserrat Tura como consejera de Justicia, como tampoco la veía en su anterior etapa al frente de la cartera de Interior) para la vista en dos hombres llamados a ser claves en una acción de gobierno sosegada y eficaz: Joan Puigcercós (ERC), consejero de Gobernación, y Joan Saura (ICV-EUiA), consejero de Interior. Ambos son la sensatez personificada que, no obstante, tampoco está reñida con sus visiones ideológicas respectivas. Y, ambos, también son de la cuerda operativa de Montilla. Ahí, el entendimiento entre ellos está asegurado. Y eso es bueno para la estabilidad interna y externa de un ejecutivo al que le va a costar y mucho deshacer la imagen negativa del anterior tripartito, sin renunciar, para ello, a la herencia dejada en forma de proyectos y realizaciones.

Y, a todo esto, ¿qué pintará Carod-Rovira, el flamante vicepresidente? Pintar lo que se dice pintar, más bien poco. El personaje como tal sino está ya amortizado, poco le falta. Tiene papel de mascarón de proa del catalanismo de izquierdas gobernante. Es una imagen de consumo interno, que, incluso, le va bien al propio Montilla y al tripartito.

A este respecto, si se le permite al columnista el símil vasco de hace unos años, digamos que Carod, salvando las distancias que tampoco son tantas, sería una especie de Xabier Arzalluz, en cuanto a custodio de las esencias, mientras que Montilla y su gabinete jugarían el papel que, en su día, representó el lehendakari José Antonio Ardanza. En el nuevo gobierno, el de Montilla, Carod pone la rauxa (el arrebato apasionado), mientras que el resto de consejeros y su presidente ponen el seny (la sentido común, la sensatez). Ambos, el seny y la rauxa, son características del alma catalana. Y el gobierno, el nuevo gobierno de José Montilla Aguilera, es catalán. De catalanes y para Cataluña.

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