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El silencio y el escorpión

El silencio y el escorpión

martes 05 de octubre de 2010, 18:29h
¿Debería escribirse la segunda parte de Técnica del golpe de Estado (1931), de Curzio Malaparte? Malaparte intentó dar cuenta de lo sucedido en la Revolución de octubre de 1917. "Una pequeña tropa, fría y violenta, entrenada para la táctica insurreccional", llevaba a cabo la toma del Palacio de Invierno, clave del imperio zarista. La interpretación de Malaparte dejaba de lado, sin embargo, la acepción clásica del golpe de Estado, entendido más bien como "una medida violenta e ilegal, tomada desde el Gobierno para determinar un cambio en el Estado" (A. Brunialti 1897, vol. VII, 2).

Habría que entenderlo entonces como "una operación ilícita que se realiza desde arriba, es decir, desde los aparatos de poder, y que ordinariamente se dirige contra el titular legítimo del órgano estatal más conspicuo: el Poder Ejecutivo (salvo el caso del "autogolpe"), con el objeto de eliminarlo o neutralizarlo para alterar o modificar la estructura del Estado".

Uno de los mejores libros del año pasado, según The Economist, fue precisamente El silencio y el escorpión, del periodista estadounidense Brian A. Nelson, el que da cuenta de lo sucedido en el supuesto golpe de Estado de abril de 2002 en Venezuela y que retoma el concepto clásico del mismo. Nelson, un simpatizante chavista que, por su simpatía con el Régimen, se fue a vivir a Venezuela, según reseña Moisés Naim en su columna de diario El País de Madrid, "Golpes: la nueva receta".

Nelson investigó durante siete años lo sucedido entrevistando a decenas de personas y examinando fotografías, discursos, testimonios, videos. Entre las 40 entrevistas del libro, hay que señalar las del ex embajador de los Estados Unidos, Charles Shapiro, de los generales Raúl Baduel y Lucas Rincón, consejeros del presidente Chávez, Pedro Carmona.

Nelson no asume la simplificación de las historias organizadas por una narrativa que se vuelve oficial y peor canon obligatorio de comportamiento ciudadano. Más bien, asume la complejidad de los diferentes actores que participaron desde su situación en los acontecimientos.

Así, el libro también da cuenta del dolor de los familiares por sus caídos, las vidas truncadas innecesariamente, las disposiciones tomadas en el Palacio de Miraflores y la masacre del 11 de abril de 2002 (19 muertos y más de 150 heridos).

Posteriormente, muestra la construcción de la historia oficial: "la guerra de imágenes", en palabras de Moisés Naim, "con la promoción al exterior de películas de dudoso montaje y no menos significativos olvidos".

¿Se trata entonces de un libro que desmonta, al revés de la historia oficial un montaje del actual Gobierno venezolano?

Ciertamente no, por lo menos en lo que se refiere a lo sucedido en los días del golpe. Nelson no cae en la tentación de otorgar a una inteligencia conspirativa la trama de los acontecimientos, complejos y contradictorios. Será más bien la reconstrucción la que dará después una historia ordenada y verticalmente dispuesta, en la que los actores se dedican a cumplir escrupulosamente los papeles asignados.



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